LUCHAR CONTRA EL INSTINTO

Lucy Bravo
Columnas
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La postal ya nos resulta familiar. Como una imagen sustraída de un filme de ciencia ficción cada año vemos impotentes cómo miles de incendios forestales arrasan con millones de hectáreas y tiñen de naranja nuestros cielos alrededor del mundo: 2019 ya había pasado a la historia como uno de los más devastadores con los fuegos masivos de California, la Amazonia y Australia, por nombrar algunos.

Fue tal la contaminación por el humo que alcanzó al Ártico incrementando la temperatura al nivel más alto registrado. Y en una noticia que debió ocupar todas las primeras planas, pero no lo hizo, el pasado 27 de agosto un trozo de hielo del tamaño de la ciudad de París se desprendió del último gran glaciar de Groenlandia. Si buscamos un ejemplo del término “punto de no retorno” el Ártico es uno de ellos.

La capa de hielo de Groenlandia es siete veces el territorio de Reino Unido y tiene un espesor de entre dos y tres kilómetros en algunos lugares. Almacena tanta agua congelada, que si todo se derritiera elevaría el nivel del mar en todo el mundo hasta unos siete metros. Esta región se calienta mucho más rápido que el resto del planeta. Pero la nevada que repone la capa de hielo cada año no puede seguir el ritmo del hielo que se desprende a pasos agigantados de los glaciares.

Desafortunadamente 2020 no da tregua y la pandemia nos coloca en una encrucijada de la que hasta el momento no logramos salir. Y es que pensar en el calentamiento del planeta en tiempos de Covid-19 pareciera casi contradictorio: la amenaza del coronavirus es inmediata, mientras que el cambio climático es lejano en todas las dimensiones. Lo peor yace décadas en el futuro: serán otros los que sufrirán sus consecuencias en tierras lejanas a las nuestras. O al menos eso creemos.

Hartazgo

Pero la realidad es que las consecuencias del cambio climático ya son fácilmente visibles hoy, desde la cima de la montaña más alta hasta lo más profundo del océano. Solo tenemos que observar más de cerca.

A seis meses del comienzo de la pandemia científicos de la ONU advirtieron que el cambio climático avanza implacablemente a pesar del Covid-19. Estamos muy lejos de cumplir los objetivos del Acuerdo de París, aun si las reducciones de emisiones de carbón alcanzaron hasta 17% en el punto máximo del confinamiento. Desafortunadamente ya se acercan de nuevo a los niveles previos al coronavirus y a largo plazo no tendrán mucho impacto.

A su vez un reciente informe realizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza detalló que las casi 21 mil poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios analizados en todo el planeta disminuyeron 68%. Y si algo nos muestra la naturaleza es que la extinción no tiene marcha atrás.

La historia reciente está llena de ejemplos de sociedades que simplemente dicen “¡Basta!”. Desde la Primavera Árabe, pasando por el Occupy Wall Street, hasta el reciente movimiento feminista alrededor del mundo: estos momentos de efervescencia social nos demuestran que la inacción invariablemente se desborda en hartazgo. Y es que el mundo puede lucir muy distinto cuando todo tu patrimonio está bajo el agua o en cenizas.

Lexema El concepto de extinción ha desaparecido en gran medida de nuestra conciencia sobre la evolución. Tanto extinto como instinto se derivan de la raíz latina stinguere, que se refiere a un estímulo. Quizás eso explique por qué luchar contra la fuerza destructiva de los seres humanos es luchar contra el instinto.