SOLO NOS QUEDA LA GUERRA

“Lo peor aún está por venir”.

Lucy Bravo
Columnas
Represalias por Kerch.

El presidente ruso, Vladimir Putin, llegó a su cumpleaños número 70 en lo que podría considerarse el punto más bajo de su carrera desde que asumió el poder por primera vez hace más de dos décadas.

A pesar de que Alexander Lukashenko, el presidente de Bielorrusia, decidió darle como obsequio un tractor, es muy poco probable que el ocupante del Kremlin siga brindando alegremente con vodka. Esto debido al más reciente episodio de la ofensiva rusa en territorio ucraniano. Uno que solo se puede entender a partir de un lugar en específico: el puente de Kerch.

Quizá no hay contratiempo más sensible para Putin que la gran explosión en el puente de Crimea poco antes del amanecer del sábado 8 de octubre. Ni sus fracasos en la “operación militar especial” en Ucrania, ni el éxodo masivo de personas que la movilización parcial del ejército ruso provoca o la clara falta de control por parte de su ejército en las cuatro regiones que fueron “anexadas” han sido un golpe tan duro para el líder ruso como la destrucción de ese puente.

Para el Kremlin el puente no es solo un camino que conecta a la Rusia continental con la península de Crimea, anexada desde 2014, sino también un símbolo del legado de Putin como el gobernante que devolvió Crimea a la Madre Rusia. De hecho, el propio líder ruso inauguró el puente en 2019 tomando el primer tren que transitó por esas vías.

Sin embargo, la respuesta del Kremlin contiene dos lecciones importantes: la naturaleza emocional de su toma de decisiones y que lo peor aún está por venir.

Crisis

Los ataques aéreos indiscriminados en varias ciudades ucranianas de la semana pasada, entre ellas Kiev, la capital, se produjeron en represalia por lo de Kerch y son un recordatorio de que ninguna parte de Ucrania está a salvo de los ataques rusos.

Es un hecho que, ante los reveses humillantes, Putin lejos de retroceder arremete aún más sin tener en cuenta las consecuencias estratégicas de sus acciones. Por ejemplo, los ataques aéreos muy probablemente darán como resultado un mayor apoyo occidental para Kiev y la llegada de los sistemas de defensa aérea que tanto necesitan. Así los avances militares de Ucrania y la incapacidad del Kremlin para contrarrestarlos de manera convencional pueden llevar al punto más álgido de la confrontación. Y es ahí donde todo puede pasar.

Quizás en ese momento ambas partes cuenten con incentivos suficientes para sentarse a la mesa y hacer a un lado sus diferencias irreconciliables. Pero aún estamos muy lejos de ese escenario. Por ahora es probable que este conflicto de baja intensidad se prolongue como hemos visto una y otra vez en el pasado. Recordemos que en los últimos 70 años ninguna superpotencia ha logrado ganar definitivamente una guerra y en todos los casos se han retirado de manera vergonzosa, dejando caos y destrucción a su paso.

Las sanciones occidentales siguen vigentes y las condiciones económicas en Rusia empeoran. Pero es posible que Estados Unidos y Europa entren en recesión, lo que podría desencadenar un creciente descontento político por la inflación y la escasez de bienes. Esto a su vez desataría una crisis alimentaria mundial a gran escala, dando como resultado disturbios y una oleada migratoria.

A su vez, Rusia ya cortó el suministro de gas a Europa y el bloque podría tener que racionar su energía este invierno. Llegará un punto en el que los costos económicos, la carga de refugiados y el temor a una escalada mayor llevarán a un esfuerzo multinacional liderado por países europeos para presionar a Kiev a que explore un acuerdo de paz con Moscú. Hasta entonces, solo nos queda la guerra.

Lexema Algunos aseveran que Vladimir Lenin dijo que “hay décadas en las que no pasa nada y hay semanas en las que pasan décadas”. Quizá podríamos agregar que también hay décadas en las que suceden siglos y claramente el mundo está en medio de una de esas. Pero al parecer solo Putin parece entenderlo.