GILBERTO ACEVES NAVARRO. IN MEMORIAM

Masha Zepeda
Columnas
Foto: Especial
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El duelo es personal, distinto en cada persona. Hay quien lo externa y el que prefiere aislarse. El que llora y el que se enoja. Pocos son los que se resignan y muchos los que se abrazan.

Apenas hace mes y medio que el medio cultural se colapsó al saber de la partida de Francisco Toledo a los 79 años y ya nos sacude de nuevo hasta la médula el fallecimiento de Gilberto Aceves Navarro, el pintor-maestro, el dibujante-maestro, el escultor-maestro, el grabador-maestro, a sus muy jóvenes 88 años, porque él era el más vital de entre todos sus alumnos.

El maestro Aceves Navarro, como era llamado por todos, nació en la Ciudad de México y fue un amante permanente de su dinámica urbe: él estaba destinado para un lugar así: la disfrutaba.

Desde muy joven comenzó a dar clases. Primero en La Esmeralda —de donde egresó en 1950—, pero también fue docente en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la UNAM y en su propio taller, un espacio mágico en la colonia Roma donde todos los días incansablemente daba clases de dibujo y de pintura, mañana y tarde.

Por las clases de Aceves Navarro pasaron prácticamente todos los pintores de la posRuptura. Él tenía el don de hacer vivir el dibujo, de adentrarte en la pintura, de lograr la tridimensionalidad desde el papel y el lápiz. Supo magistralmente desarrollar la técnica de Nicolayevsky y enriquecerla tremendamente. Ir a sus clases cambiaba la vida e incitaba a la creación, a la experimentación, porque la genialidad docente de Aceves Navarro era única: no solo motivaba sino que aventaba a trabajar y explorar.

Voz

Si bien tuvo seguidores que desarrollaron obra muy similar a la de él la mayoría entendió sus conceptos, aprendió y voló para tener sus propias estéticas.

Gilberto Aceves Navarro gozaba de gran humor y una capacidad de trabajo extraordinaria. Ir al Museo de Arte Moderno y contemplar el políptico Canto triste para Biafra —que es una oda a la pintura y a la solidaridad— es un privilegio y una oportunidad única para entender su legado.

Fue merecedor del Premio Nacional de Artes 2003 y del Premio UNAM. Era también integrante del Sistema Nacional de Creadores y paradójicamente nunca perteneció a la Generación de la Ruptura ya que cuando sus miembros (Rojo, Felguérez, Carrillo, los Coronel, Toledo, entre otros) tomaron una ruta distinta a la trazada por la Escuela Mexicana de Pintura, Aceves Navarro era ayudante de Siqueiros en los murales de rectoría de la UNAM. Con el tiempo su innovación y fuerza cambió al medio visual mexicano, su voz fue escuchada y sus enseñanzas seguidas sin chistar.

Gilberto Aceves Navarro deja un legado único al ser el maestro más querido por su comunidad y una apabullante cantidad de obra que goza de gran sentido del humor y de oficio.