A UN AÑO DE LA MUERTE DE TOLEDO

Dejó atrás uno de los legados más singulares y valiosos del arte mexicano.

Masha Zepeda
Columnas
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El pasado fin de semana fue el primer aniversario luctuoso del gran y único Francisco Toledo. Fue, como hace un año, una jornada muy triste: desde temprano se le comenzó a homenajear de manera totalmente espontánea, porque en el colectivo sentimental cada uno a su manera recordaba que un jueves 5 de septiembre de 2019 nuestro querido y generoso guía partía de la misma manera que siempre vivió, es decir, discretamente.

Justo acababa de presentarse una magna muestra de su trabajo al alimón con los artesanos en el Museo de Culturas Populares en Coyoacán, al sur de la CDMX y que había establecido cifras sin precedente de visitas diarias.

Incluso la fecha de su clausura se postergó por dos meses a petición del público. Fue sin duda una espléndida manera de despedir al maestro Francisco Toledo.

Además de su grandeza el creador experimentó hasta el final con todas las técnicas e inventó varias también. Para Toledo cualquier superficie era válida para trabajar: desde un caparazón de tortuga hasta un zacate para bañarse, pasando por supuesto por las tradicionales como la tela, el papel, la cera, todas las técnicas de estampa —que de verdad amaba: era un gran conocedor de la gráfica, de su historia y de sus artistas—, objeto, collage, fotografía… en fin.

Legado

Toledo era incansable. Saltaba con gran facilidad de un formato a otro, de un género al opuesto y tal vez una de sus mejores cualidades es que gozaba de un gran sentido del humor hasta para tratar temas tan “serios” como el erotismo y la política.

Otra aportación sin igual de Toledo son sus autorretratos, que comenzó a hacer desde muy jovencito y hasta sus últimos días, algunos sumamente divertidos y otros con una gran carga sexual, todos diferentes e intensos.

A doce meses de su ausencia física sus proyectos de vida siguen tan fuertes como cuando él llegaba silenciosamente a visitarlos, los recorría, se tomaba un café o consultaba un libro: el IAGO, el MACO, la biblioteca para invidentes Jorge Luis Borges, el jardín Etnobotánico, el Centro de las Artes San Agustín, el cineclub La Pochota, la Editorial Toledo, la Fonoteca Eduardo Mata y el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo continúan trabajando intensamente (en estos momentos con los protocolos derivados del Covid-19) y representan en su conjunto el acervo cultural más importante en el mundo donado por un artista.

Vale la pena reproducir el mensaje que envió desde muy temprano la Galería López Quiroga a sus amigos: “El día de hoy, en el primer aniversario luctuoso del maestro Francisco Toledo, la Galería López Quiroga celebra la vida y obra de uno de los más grandes artistas y activistas que ha pisado esta tierra. Como creador incansable, pintor, escultor, grabador, fotógrafo, en constante cuestionamiento de su práctica y experimentación artística, Toledo dejó atrás uno de los legados más singulares y valiosos del arte mexicano. Sus líneas virtuosas y geometrías ancestrales, serpientes y alacranes, murciélagos y conejos, y aquellos inolvidables personajes constituyen una cosmogonía única e irrepetible en el legado cultural de México y el mundo. Maestro Toledo: el día de hoy te recordamos y extrañamos, como gran creador, pero sobre todo como un querido amigo”.

Como esta, sentidas muestras de respeto, cariño y admiración se multiplicaron en las redes sociales, los periódicos virtuales e impresos, los medios de comunicación, los espacios culturales, los organismos públicos, las casas… Una respuesta de tal magnitud únicamente puede pasar cada 100 años, porque un artista de la talla de Francisco Toledo solo nace una vez por siglo. Lo seguiremos extrañando siempre y admirando cada día más.