CUNA VS. DESTINO

“Individuos cuya vida es como de película y son los últimos en darse cuenta”.

Mónica Soto Icaza
Columnas
Soto1045.jpg

A ti, por inspirarme con tu historia.

Nació con la piel pegada a los huesos. El doctor sentenció: no vivirá más de tres o cuatro días. Pesó 1.75 kilogramos. Sietemesino. Por eso dice que siente lo vivido como ganancia.

Penúltimo de siete hermanos, vivía con su familia en un cuarto de 4x4 metros con una cocina de 1x2 en una de las colonias más peligrosas, violentas y rezagadas de la Ciudad de México. Han pasado algo más de cinco décadas desde entonces.

Juan (cambio el nombre a petición suya) y yo nos hicimos amigos por Facebook en 2017. Nos conocimos en persona el 8 de agosto de 2018. En esa plática lo supe: me encontraba frente a un ser humano fuera de serie, de esas personas que inspiran involuntariamente, individuos cuya vida es como de película y son los últimos en darse cuenta.

Su rutina diaria comenzaba a las cinco de la mañana, ejercicio, estudio, trabajo, ayuda en casa. El primer alimento en el estómago llegaba a las 8:30 de la mañana, un pan con frijoles o huevo; la siguiente comida era a las once de la noche. Su sueldo se invertía en ayudar a sus papás y en los pasajes. Aprendió a vivir con el hambre, pero iba al baño y defecaba sangre. Dormía entre dos y cuatro horas al día.

Su familia lo apodó El hijo de Hitler: siempre andaba enojado, de prisa. Los cuestionaba, intentaba convencerlos de que si estudiaban y trabajaban todos podían salir de esa mierda. Le decían que era exagerado, un loco.

Él se independizó a los cinco meses de haber iniciado la carrera. Trabajaba ya con un ingeniero y el ritmo de vida era insostenible. Tenía 19 años y entonces llegó su primera novia. Las citas con ella eran sábados y domingos a las nueve de la mañana en la biblioteca, de donde salían a las siete de la noche. Los dos hacían las tareas, no tenían tiempo que perder.

Destino

Se graduó como ingeniero mecánico electricista por la ENEP Aragón en 1991. Se cambió de empleo a uno mejor remunerado y con más responsabilidades. Hizo el primer enlace de fibras ópticas en México. En 1997 se convirtió en maestro en Ciencias de Telecomunicaciones por el Cicese-Cinvestav del IPN. “En el Centro de Investigaciones Eléctricas de Cuernavaca te pagaban por hacer una investigación y una tesis. Si siempre había trabajado para estudiar, era mejor que me pagaran por estudiar. Ese fue mi primer golpe de suerte”, narra.

Poco después platicó con su profesor de inglés del Instituto de Investigaciones Eléctricas, un doctor en Lengua y Literatura Inglesa: “Si aplico para el doctorado ¿usted cree que yo pueda vivir en Inglaterra?”, a lo que el docente le respondió: “Tú puedes vivir donde tú quieras”. Incrédulo y motivado aplicó para Berkeley y para la Southampton University… ¡y lo admitieron en las dos! Eligió la segunda. “El lugar donde hice mi doctorado es el mejor lugar del mundo en mi tema; entonces me tocó una supermadriza, del nivel a las que estaba ya acostumbrado; fueron años de transformarme bien chingón”. En 2003 terminó el doctorado en High Power Fibre Lasers.

Hoy Juan es profesor investigador en la Universidad de Twente, Países Bajos, trabajo al que llegó como visitante hace unos tres años y en el que ya tiene planta definitiva. La semana pasada me mandó por WhatsApp un video para enseñarme la casa que acaba de adquirir en Enschede. “Ya me endrogué, ya firmé mi sentencia de muerte, me representa una deuda de la chingada, pero es lo que yo quería”, me dijo.

No sé cuál sea tu definición de éxito, querido lector. Yo no tengo alguna sino nombres, rostros, acciones que hablan mucho más que las palabras, testimonios de esas personas valientes que se atreven a desafiar cuna, educación familiar y prejuicios como Juan: “El origen no es destino: la clave es qué quieres hacer con lo que tienes”.