ERÓTICOS NO ERÓTICOS (1)

“El erotismo, así como la belleza, está en los ojos de quien lo percibe”.

Mónica Soto Icaza
Columnas
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Yo no sé si porque siempre estoy pensando en sexo, o si porque mi fascinación por las sensaciones en el cuerpo y los sentimientos nublan de alguna manera mi raciocinio, me ha sucedido en diversas ocasiones que el libro que leo me resulta absolutamente erótico aunque la clasificación de ese título en específico quede justo al otro extremo del espectro literario.

Esta semana quiero compartir contigo, querido lector, dos obras no eróticas que provocan múltiples saltos en las emociones y los folículos capilares de quien las lee.

Novela de ajedrez

Obra maestra del escritor austriaco Stefan Zweig, fue la última novela que escribió poco antes de suicidarse. Se publicó de manera póstuma en 1943.

Era algún sábado de verano de 1998. Yo tenía 18 años y los libros ya se habían convertido en mi máxima pasión. Esa tarde empecé a leer: “A bordo del transatlántico que a medianoche debía zarpar rumbo a Buenos Aires reinaban la habitual acucia y el ir y venir apresurado de la última hora”, sin saber que en las siguientes horas las breves páginas que tenía enfrente se convertirían en deleite y angustia.

La intensidad de la historia provocó que de pronto me sorprendiera con los puños apretados: ¡me estaba enterrando las uñas en las palmas de las manos! Cuando terminé de leer debí respirar hondo y profundo y sentí una emoción que aún hoy, 22 años después, no se me olvida.

Novela de ajedrez narra una historia de juego y supervivencia, de crítica al nazismo y retrato del poder de la mente ocupada. En un rutinario viaje en barco para obtener más victorias en otros continentes Mirko Czentovic, campeón mundial de ajedrez, se enfrenta a quien desee jugar con él, sin saber que entre ellos estaría aquel que lo retaría al punto de llegar al empate: el ilustre desconocido doctor B, quien iba a bordo después de haber sido liberado de la tortura con aislamiento absoluto que le impusieron los nazis. Durante uno de los interrogatorios que le hacían, ya al borde de la locura, el doctor B logra robarse un pequeño libro de ajedrez, lo que le salva la vida.

Con el orgullo herido por el empate, el campeón, sin conocer la historia de B, lo reta a una partida la siguiente noche.

La muerte de Artemio Cruz

“Un hombre alto, lleno de fuerza, con unos ojos verdes hipnóticos y un hablar cortante. Artemio Cruz”. Carlos Fuentes era un maestro para la creación de personajes entrañables: Felipe Montero en Aura, Félix Maldonado en La cabeza de la hidra. Pero sin duda uno de los inolvidables es Artemio Cruz, protagonista de esta novela publicada por primera vez en 1962.

Narra los últimos días de Artemio Cruz —exrevolucionario, expolítico, excorrupto— recostado en la cama del hospital, moribundo, cuando revive las memorias de su vida y las sensaciones que lo acompañan, todas desconocidas, que el autor describe con metáforas tan precisas y detalladas que es inevitable que tu yo lector se emocione: “Tengo la boca llena de centavos viejos”.

Este libro es sobresaliente, mi favorito de Fuentes, por la cantidad de frases memorables que tiene que, como aforismos, juzgan, juegan, evocan, explican: “Cuando cerró los ojos, se dio cuenta de la infinidad amorosa de ese cuerpo joven abrazado al suyo: pensó que la vida entera no bastaría para recorrerlo y descubrirlo, para explorar esa geografía suave, ondulante, de accidentes negros, rosados”.

O quizás estoy alucinando y el erotismo, así como la belleza, está en los ojos de quien lo percibe. Ya lo decidirás tú.