ESCRITORA KAMIKAZE

“Mujer con un objetivo y el ímpetu de cumplirlo”.

Mónica Soto Icaza
Columnas
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—Hola, vengo a recoger mis gafetes, por favor.

—Claro, ¿cuál es el nombre del stand?

—Mónica Soto Icaza.

—No, el nombre de la empresa.

—El mío, Mónica Soto Icaza.

—¡Ah, qué simpático!

La encargada de entregar los gafetes de la I a la R en el área de atención a expositores fue la primera de varios en externar su sorpresa ante lo que podría interpretarse como un acto de valentía o uno de imprudencia: contratar mi propio stand en la feria más importante del libro en español y, por ende, la más cara. El asunto podría ser extraordinario, o un verdadero caos, sobre todo en una edición número XXXV de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, a la que faltaron grandes empresas como Porrúa o Librerías Gandhi por la poca expectativa que existía gracias a la pandemia de Covid-19.

Para mí eso no representó reparos. Así de acostumbrada estoy a ir contracorriente y a vivir en crisis económicas, tan comunes en América Latina.

Ni caos ni decisión kamikaze: la feria de Guadalajara, fiel a su vocación de quebrar expectativas, me ha dado la mejor experiencia en exposiciones de libros de mi historia.

Llegué al mundo editorial a los 21 años, una edad en la que todo parece demasiado difícil o demasiado fácil. Para mí aplicaba la segunda opción. Me fascinaban los libros, leía y escribía todo el tiempo (bueno, casi, también fui una adolescente amante de los bares, los viajes y estaba enamorada todo el tiempo de hombres distintos).

Una tarde de enero me regalaron el primer libro de poesía del mejor amigo del hermano de mi novio. Lo leí, evalué que entre mis poemas y cuentos había suficiente material para hacer uno parecido y me aventé a la aventura de hacer mi propio libro. No tuve dudas, simplemente lo hice. De eso han pasado 20 años.

Gozo

De las mayores sorpresas que he vivido esta semana en la Expo Guadalajara, sede de la FIL, es que he sido interrogada por otros autores independientes, distribuidores y editores por igual acerca de mis estrategias para estar aquí. La respuesta siempre es reconocimiento y utilización milimétrica de los recursos disponibles, además de lo que no le digo a cualquiera: una extraña confianza en mí misma que surge desde mi sensación de que en realidad todo es sencillo si sabes a dónde te diriges, esa misma que me habita desde la adolescencia y no me ha abandonado, por más puertas que me han azotado en las narices.

Por eso cuando me preguntaron qué nombre quería para la mampara del stand elegí colocar el mío, como capricho de mi desfachatez y también como el símbolo que necesitaba para decirme que sí es posible a pesar de sentirme a veces como el protagonista de Simón, novela de Miqui Otero: “un tenedor en un mundo de sopa”; los autores como yo me ven feo por vender libros “como pan caliente” y los autores publicados por editoriales trasnacionales tampoco me quieren porque me autopublico, lo que me coloca en un limbo raro; cuando paso doce horas escuchando las reacciones, en percepción profunda del contacto de los lectores con mi obra; cuando miro a un seguidor de redes sociales con las manos sudorosas y nervioso por tenerme enfrente; cuando termino agotada por viajar seis horas en carretera para luego cargar todos los ejemplares y hacer el montaje; un montaje que transmite mi mensaje de fuerza, independencia y autonomía, refrendo mi naturaleza de rebelde, de mujer con un objetivo y el ímpetu de cumplirlo, no importa los obstáculos que incluyan.

Si somos seres efímeros, ¿por qué no vivir kamikazes, con gozo e intención?