HACER EL AMOR

“Inmoral es mentir para que al fin tengan sexo contigo”.

Mónica Soto Icaza
Columnas
hacer el amor

Me dijeron que “hacer el amor” era la introducción del pene en la vagina, pero el amor sabe poco de penetraciones corporales. Claro que no llegué a esa conclusión de adolescente, cuando escuché la famosa expresión por primera vez. Como ya comprendía el concepto de “amor” no entendí y no me pareció lógico que el acto sexual se llamara así: había múltiples y variados candidatos para meterse adentro de mi cuerpo, eso era bastante fácil. Yo quería el delirio. Yo soñaba con ser un corazón de fuego.

Todo gracias a mi adicción por las novelas. Suspiré con Viento del este, viento del oeste, de Pearl S. Buck; con Hija de la Fortuna, de Isabel Allende; con El corazón de piedra verde, de Salvador de Madariaga, todos ellos libros con enormes contextos históricos y culturales y la característica de contar amores épicos que desafiaron las reglas y a la sociedad, y entonces dejé de cuestionarme el asunto y acepté acción, término y concepto sin reflexionar al respecto.

Hasta que cumplí 40 años. En esta segunda adolescencia me di cuenta de que bautizar como “hacer el amor” a tener sexo es otra de las múltiples manipulaciones del amor romántico, nada extraño al enterarme de que el término surgió en Francia entre los siglos XVIII y XIX.

Es como decirle con la frase de moda, “el delicioso”, que no siempre resulta tan delicioso y en el término ya se justifica la posible mediocridad del empeño y el desempeño, a tal punto que a veces terminas adornando la experiencia en el recuerdo para congraciarte con el deseo y callar la voz del clítoris insatisfecho. Es inteligible, ¿a quién le gusta abrazar a la insatisfacción? Mejor maquillarla a conveniencia.

Se puede coger sin amor y se puede amar sin coger. Vivirlo y comprenderlo con esa claridad evitaría múltiples e incómodos malentendidos y corazones rotos: como el de la adolescente que le manda al novio un video desnuda bailando como prueba de amor; o el del joven que le da a su novia el anillo de compromiso sin estar convencido, como prueba de amor; o el de la novia que se va a la cama con el novio, sin sentirse a gusto, como prueba de amor. No son necesarias las pruebas de amor, si lo único que quieres es coger. El sexo no es inmoral, lo inmoral son las triquiñuelas que algunos seres humanos ejecutan para conseguirlo.

Terrenos

Inmoral es mentir para que al fin tengan sexo contigo, es decirle “mi amor” a alguien para que tenga la ilusión de continuar formando parte del ganado en el directorio telefónico, ese al que se acude cuando uno anda lujurioso. Inmoral es ocultar a la esposa para fingirse cancha reglamentaria para los juegos del erotismo y la seducción.

Hacer el amor es cuidar, respetar, mirar, escuchar, ser empáticos, considerados, honestos. Hacer el amor es compartir sonrisas cómplices, chistes locales; es acompañarse en las temporadas de paz y las de turbulencias, las de salud y las de sobresaltos corporales. Hacer el amor es procurarse en el día a día.

El sexo es cualquier intercambio corporal, genital, oral o lo que dé la imaginación de cada uno. Claro que el amor es un componente que enriquece la experiencia y las sensaciones, pero también se puede “tocar el paraíso” del placer con alguien que acabas de conocer en un bar.

Por eso creo que en este tema hay que dejar al amor en el terreno del amor y el sexo en el terreno del sexo, volver a poner el punto sobre las íes, la tilde en las esdrújulas y la virgulilla en las eñes.