LIBRES, CLARO

“No hablemos de nuestros logros porque nadie quiere a una soberbia”.

Mónica Soto Icaza
Columnas
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Les gusta que las mujeres seamos libres. Claro. Siempre y cuando no disintamos; no nos guste enseñar nuestras fotos con poca ropa; no tengamos hijos; no viajemos solas; no seamos emprendedoras exitosas; no escribamos libros de sexo, y si los escribimos, seamos recatadas en nuestras maneras; sepamos cocinar; nos vistamos femeninas, no por imposición, sino por gusto; no seamos fodongas y cuidemos nuestro cuerpo de crecimientos de dimensiones indeseables; no opinemos en temas de hombres; no digamos verdades, cómodas o incómodas; no contradigamos en público, o en privado; no usemos faltas tan cortas, escotes tan profundos, pantalones o vestidos entallados porque entonces ya no parecemos respetables e inteligentes y no nos van a tomar en serio, por más talentosas que sí seamos; no nos pongamos tacones de plataformas demasiado altas o zapatos de piso demasiado bajos; no nos hagamos cirugías estéticas o tratamientos antiarrugas o nos pintemos el pelo, porque entonces no envejecemos con dignidad; nos hagamos cirugías estéticas o tratamientos antiarrugas o nos pintemos el pelo, porque si no, entonces nos vemos descuidadas; aguantemos estoicas las explicaciones no solicitadas o las críticas “constructivas” o los comentarios acerca de los kilos que nos conviene bajar o subir, las palabras que debimos haber dicho o las lecturas que esperaban que hiciéramos; no nos divorciemos, por más patán que sea el marido; nos divorciemos, porque quién nos aguanta; no tengamos novio si ya nos divorciamos; no tengamos hijos con más de un hombre; no nos cortemos el pelo, en la juventud, porque en la madurez una mujer de cabello corto ya es inadecuada; tengamos las uñas arregladas, aunque no demasiado arregladas; no seamos más hábiles que un hombre para conducir en carretera o para estacionarnos o para acomodar las cosas en la cajuela; no nos inmiscuyamos en problemas de machos; no luchemos por nuestros derechos; no protestemos contra los feminicidios; sepamos y aceptemos cuál es nuestro rol en el mundo; recibamos piropos de desconocidos mientras caminamos solas de noche con gratitud y una sonrisa porque aún llamamos la atención; no respondamos con ingenio las agresiones o no respondamos agresivas a una broma de mal gusto; queramos que un hombre nos elija para llevarnos al altar; no hagamos lo mismo que nuestras parejas infieles; no bebamos tequila derecho o fumemos puros o hablemos con malas palabras, porque eso nos hace ver vulgares; no seamos contratadas para ser las jefas; no mandemos al diablo a un señor con esposa; no queramos ser la amante; no seamos la amante; seamos sexualmente plenas, pero no con quien se nos dé la gana, sino con quien alguien más diga, y en silencio, porque ventilar las intimidades eróticas es de putas; no hagamos preguntas incómodas sobre la vida sexual de nuestras parejas, aunque nos afecte porque nos meten la misma verga, sin preservativo, que a otras; no exijamos las mismas reglas, aunque en un doble rasero por todos lados se embarre la tinta; no hablemos de dinero porque nadie quiere a una interesada; no hablemos de sexo porque nadie quiere a una libertina; no hablemos de infidelidades porque nadie quiere a una conflictiva; no hablemos de nuestros problemas porque nadie quiere a una complicada; no hablemos de nuestros miedos porque nadie quiere a una ansiosa; no hablemos de nuestros logros porque nadie quiere a una soberbia; no hablemos de nuestros objetivos y metas porque nadie quiere a una ambiciosa; no hablemos de injusticias porque nadie quiere a una víctima. Les gusta que las mujeres seamos libres. Claro.