SERVIDUMBRE DESLUMBRANTE

“Me niego a dejar de ser quien soy para encajar”.

Mónica Soto Icaza
Columnas
Copia de COLUMNAS (1920 × 1080 px)-4.png

Hola. Me llamo Mónica y soy nadie. Tengo un nombre porque mis papás, para quienes sí soy alguien, me bautizaron, pero eso al mundo le tiene sin cuidado. A fin de cuentas todos tenemos un nombre y padres. Eso al mundo también lo tiene sin cuidado.

Escribo en este espacio para que tú puedas leerlo, gracias a que existe un editor que considera valioso o entretenido lo que tengo que decir. Esto lo agradezco profundamente y lo considero un privilegio. Aunque al mundo también le tiene sin cuidado.

A mí no, por supuesto, yo he invertido más de la mitad de mi vida en escribir. Escribir me ha hecho perderlo todo. Y escribir también me ha dado (casi) todo. Por cada libro que publico existen tres, cuatro que no alcanzarán los ojos de lectores, entusiastas y detractores.

Porque para mí hacer libros es cosa seria. O no tan seria. Estoy convencida de que lo peor que una persona puede hacer es tomarse en serio. Bien lo dijeron Les Luthiers, o quien les atribuyó la idea: “No te tomes demasiado en serio la vida, no saldrás vivo de ella”. Con esta filosofía he vivido los últimos años, aprendiendo a domar mi ego y a hacer lo que se me da la gana. Somos seres tan fugaces, tan pequeños, estamos aquí tan poco tiempo comparado con la historia del mundo, que no le encuentro sentido a sufrir a lo idiota.

Aun así, al fin, 21 años después, la realidad se impuso. Por eso los escritores tienen mecenas, editoriales, becas o parejas que los mantengan o los financien para crear. Al parecer, de otra manera es imposible. Yo intenté no depender de otros, de su simpatía hacia mí; intenté ser autónoma, intenté no convertirme en esos seres de sonrisas y fantasías falsas para conseguir ventaja. Yo intenté ser libre. Pero el mundo fue implacable. El mundo me puso en mi lugar. ¿Cómo me atreví a desafiar las formas establecidas? ¿Cómo me atreví a intentarlo sin ellos? ¿De verdad creí que me iba a salir con la mía?

Libertad

Me han restregado tantos años mi poca importancia, que me acostumbré a asumirla y a agachar la cabeza, como si hubiera usurpado un sitio que no me corresponde. No tengo ni el suficiente talento ni la suficiente belleza ni las suficientes relaciones ni el suficiente cinismo ni el dinero necesario ni estudié en universidades prestigiosas. Hasta la universidad en la que estudié y luego di clases se avergüenza de mí. ¿Cómo se me ocurrió desperdiciar mi talento en escribir erotismo y no lo usé para cosas bonitas? Y lo creí, me lo compré. Y también me castigué por eso. Una cosa es convencerte a ti misma de tu propia insignificancia y otra muy distinta que sean los demás quienes te la restrieguen en la cara. Aunque he visto a más “autoridades” y “políticos” arrastrarse frente a una personalidad famosa que resguardando su dignidad. Todo por salir en la foto.

Y pues me niego. Me niego a aceptar que los límites los pongan ellos. Me niego a cambiar para ganarme simpatías y amabilidades de quienes deciden si vales o no vales. Me niego a dejar de ser quien soy para encajar. Me niego a otorgar mi identidad a cambio de dinero o reputación. Me niego a depender.

Hay algo que ignora esa gente que me denuesta porque me salí del guion: podré ser poco importante, podrán ignorarme, tratarme con indiferencia o criticarme todo lo que quieran, pero yo sí he experimentado lo que significa la verdadera libertad. Y no cambiaría ni un segundo de mi vida por una servidumbre “deslumbrante”.

Por eso, pensándolo bien, seguiré siendo una nadie que aderece su paso por este mundo con placer, satisfacción, poesía y belleza. Como Fernando Pessoa: “No soy nada./ Nunca seré nada./ No puedo querer ser nada./ Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”.