OTAN: 75 ANIVERSARIO

Javier Oliva Posada
Columnas
OTAN

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se creó el 4 de abril de 1949 con el ánimo de frenar la expansión geográfica, política e ideológica de la hoy extinta Unión Soviética en el centro y oriente de Europa.

Auspiciada a su vez, en el contexto de la posguerra mundial, por las economías destruidas de las principales potencias del continente —como Francia, Reino Unido y, desde luego, Alemania— las condiciones para hacer frente a la naciente y evidente rivalidad con la URSS demandaban una acción coordinada por Estados Unidos al frente.

Luego del recíproco arrasamiento y destrucción de sus respectivos territorios Alemania (o una parte de ella, más adelante), Francia y el Reino Unido por primera vez en su historia actuarían de manera conjunta y, sobre todo, con objetivos de largo plazo compartidos.

Así también fue el origen de lo que hoy conocemos como la Unión Europea (UE), con todo y sus sobresaltos, con ingresos y una sola salida de países.

Y en el ambiente del 75 aniversario de la creación de la OTAN es importante analizar las condiciones en las que uno de los más longevos acuerdos militares multilaterales del siglo XX llega hasta nuestros días.

Escenarios

De forma paralela y dramática, en efecto, se trata de los mismos actores e intereses, por lo menos en lo que concierne a los aspectos geopolíticos y militares que en 1949 le dieron origen. Es decir, la invasión de Rusia a Ucrania (febrero de 2022) motiva la activación de los protocolos militares y de disuasión para hacer frente a un potencial incremento en las capacidades ofensivas de Rusia, antes Unión Soviética. Como en aquella época, la acción generó que se despertaran auténticos sentimientos de solidaridad y acercamiento entre la mayor parte de los países europeos.

Ahora no es muy diferente con los fundamentales y recientes ingresos de Finlandia y Suecia a la OTAN, producto explícito de la acción militar rusa contra Ucrania.

Durante los primeros años posteriores a la desaparición y desmantelamiento de la URSS (25 de diciembre de 1991) y los países satélites en el centro y oriente de Europa se inició un serio y profundo debate respecto de la viabilidad de la OTAN; es decir, en la medida en que había sido creada a la luz de la polarización ideológica, política y militar de la segunda posguerra, al no existir “el motivo” de dicha creación, se supuso inicialmente que no había ya justificación para su permanencia.

Sin embargo, y casi de manera simultánea, estallaba la guerra en varios frentes, en el dramático y violento proceso de desmantelamiento de Yugoslavia. De inmediato se hizo necesaria la intervención de la OTAN para dejar en claro que su existencia era demandada por la fragilidad de las zonas geopolíticas adyacentes, así como por los aún inciertos procesos que se vivían en varios países, entre ellos y de manera destacada Rusia y sus antiguas repúblicas. De entonces a la fecha han sido varios los escenarios donde ha tenido una intervención directa.

Destacan entre ellos, en buena medida por su prolongada actividad, las guerras de Afganistán y, en menor escala, su intervención en Irak. También ha tenido incursiones relevantes en el norte y centro de África, así como labores de apoyo logístico, táctico y de adiestramiento en varios países de Asia y aliados no integrantes de la OTAN, como son los casos de Japón y, en algún momento, de Colombia.

Por eso una de las principales consecuencias de las acciones militares rusas en Ucrania es sin duda una muy importante reactivación de la OTAN. Tanto, que como ya se refirió ingresaron dos nuevos países que se resistieron por décadas a participar como socios de plenos derechos y obligaciones.

La OTAN sigue siendo necesaria.