Hay trayectorias que se forjan en la adversidad y terminan abriendo caminos. La de Abelina López Rodríguez, presidenta municipal de Acapulco, Guerrero, es una historia de voluntad y propósito: la de una mujer que convirtió los límites en impulso y el servicio público en una vocación de vida.
Licenciada, maestra y doctora en Derecho, con estudios en Comunicación y diplomados en Cambio Climático, Abelina ha hecho de la educación su punto de partida y de la justicia su destino. Fue diputada local y federal, presidenta de la Comisión de Estudios Constitucionales y Jurídicos, e impulsora de iniciativas en materia de educación, igualdad y combate a la corrupción.
“Sin duda, México tiene rostro de mujer. Ha sido difícil caminar en una mentalidad de hombre, por eso digo que vamos avanzando; hoy México tiene rostro de mujer”, afirma.
Su historia personal refleja la fuerza de quien no se resigna. “Mi padre campesino, mi madre ama de casa, once hermanos. A los quince años tuve que salir de casa para estudiar. Nadie me quitó de la mente que iba a ser abogada. A mí nunca me ha interesado la vanidad, lo que me interesa es servir.”
Desde esa convicción ha transformado la administración pública municipal con resultados concretos: “México tiene como dos mil 478 municipios; recibí a Acapulco dentro de los 25 más endeudados, en el lugar 23. Hoy lo tengo en el tercer lugar de los municipios menos endeudados. He pagado hasta dos mil 905 millones de pesos y con dos huracanes encima no endeudé al municipio”.
Pero su camino político no ha sido sencillo. “He sufrido discriminación en bocas de hombres que pareciera ser que no nacieron de mujeres y que en su voz llevan su pecado”, dice con firmeza. “Aun así, he podido demostrar que una mujer gobierna con el alma, gobierna con el corazón, pero gobierna con responsabilidad”.
Transformar
En sus palabras se asoma también la memoria de lo que ha significado abrir brecha en un entorno hostil: “Yo he escuchado a hombres diputados referirse a las mujeres con palabras soeces… pero hemos demostrado que cuando gobernamos, gobernamos bien”.
Su visión del poder es clara y profundamente ética: “La nobleza de la política es cuando logras transformar el barrio, el país, la colonia; es cuando tiene sentido la política, cuando se habla de los sueños nobles de quien hace política”.
Durante su paso por el Congreso defendió principios y causas con la misma determinación que la caracteriza al gobernar. “Gobernar no es juego; quien quiera gobernar debe tener vocación. Lo que empobrece a un país es cuando se busca qué te llevas, no a quién sirves”.
Hoy, desde Acapulco, Abelina López gobierna con una mirada que combina disciplina, sensibilidad social y una idea central: el servicio como esencia de la política. “No hay sueño imposible, solo hay que ponerse metas y caminar. Yo soy prueba de ello. Sí se puede”.
Su historia es la de una mujer que desafió la desigualdad, enfrentó la violencia política y decidió mantenerse de pie. En su voz hay una lección para las nuevas generaciones: que la política, cuando se ejerce con integridad, puede reconciliar el poder con la empatía.
“Las mujeres podemos gobernar bien, con hechos, no con palabras”, concluye con decisión.

