EL ABISMO DE LAS PASIONES OSCURAS

Pasiones oscuras
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Supongamos por un momento —y conste que es una mera suposición— que vivimos bajo un régimen autoritario. Un gobierno que miente, manipula y divide a la sociedad para aferrarse al poder. Uno que fabrica enemigos, inventa agravios y alimenta el enojo para enfrentar a familias, vecinos, amigos y ciudadanos entre sí. Si este fuera nuestro caso —y repito, es una mera hipótesis inocente—, ¿cuál sería la mejor estrategia para combatir a este régimen?

Aquí encontramos una tentación letal: ¿Por qué no utilizar las mismas armas de los populistas autoritarios? ¿Por qué no responder a las mentiras, la polarización y la venganza con más mentiras, más polarización y más venganza? Si nuestro objetivo es restaurar la democracia y el orden institucional, ¿no debería estar todo permitido?

Yo no estoy convencido de que esa sea una estrategia prudente. Acepto que es posible que al usar las armas del enemigo uno pueda derrotarlo, ¿pero qué perderíamos en el proceso?

David Brooks argumenta en The New York Times que hoy vivimos una realidad política muy peligrosa porque tanto los políticos como el electorado han decidido rendirse ante sus pasiones más oscuras. Son esas “pasiones oscuras” las que envenenan el debate público, destruyen el tejido social y vuelven aceptable (o al menos más recurrente) el uso de la violencia como herramienta política.

Así que tomemos un momento para entender esas pasiones que definen nuestra era, para evitar reproducirlas en el futuro:

1. Ira Generalmente la ira nace siendo legítima —el enojo ante una injusticia del régimen—, pero fácilmente se convierte en un narcótico moral adictivo. Si uno no la controla, esa ira que ofrecía certeza se convierte en enojo permanente, cada vez más alejado de la justicia y más cercano a la venganza.

2. Odio El odio nace como evolución de la ira. Pero si la ira necesita un motivo, el odio surge contra una identidad y se enfoca en lo que una persona (o un grupo) es y representa. Cuando el odio permea a una sociedad, se termina el diálogo y la negociación. El odio no busca persuadir, solo destruir.

3. Resentimiento El resentimiento, nos dice Brooks, se enfoca en el estatus social. Es una frustración silenciosa que nace de la frustración contra “el sistema”. Pero mientras la ira se expresa en público; el resentimiento se reprime y termina por corroer a las personas. Es el combustible preferido de los populismos, que explotan este sentimiento de impotencia y lo convierten en un motor de venganza.

4. Miedo El miedo tiene una función evolutiva y ha servido para protegernos de los peligros que nos rodean. Pero los regímenes autoritarios han aprendido a manipular esta emoción, transformando al miedo en algo difuso y permanente. Cuando no reconocemos qué o a quién debemos temer, la sociedad entra en pánico. Si todos son sospechosos, entonces no puede haber razonamiento y diálogo. Con una sociedad aterrada por miedos abstractos, el autoritarismo activa su trampa maestra: ofrecernos seguridad a cambio de nuestra libertad.

5. El impulso de dominar Esta pasión es, de acuerdo con Brooks, la más oscura de todas. Surge de nuestra más profunda inseguridad y del miedo al abandono. En la vida personal puede manifestarse como manipulación o abuso; en la arena política, como tiranía que controla e impone su verdad. Cuando ese estímulo se mezcla con el narcisismo, el maquiavelismo y la sicopatía, nacen los peores monstruos de la historia.

Espíritu liberal

Estas cinco pasiones viven dentro de cada uno de nosotros; y todos, en mayor o menor medida, somos vulnerables a su llamado. De aquí la urgencia de resistir su canto de sirena, de romper el ciclo autoritario que promueven los populistas y buscar combatir al fuego sin la necesidad de prender más fuegos.

“Quien lucha con monstruos debe cuidar de no convertirse en uno. Y si miras largo tiempo al abismo, el abismo también mira dentro de ti”, sentenció Friedrich Nietzsche.

Conviene recordar esto al momento de combatir a cualquier dictadura. No sea que perdamos nuestro espíritu liberal en nuestra misión por salvar al liberalismo.

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