ABRAZAR EL CAOS

Juan Pablo Delgado
Columnas
CAOS

Si leyeron mi columna pasada recordarán que estamos viviendo actualmente en una era particularmente caótica. Para el académico Brian Klaas esto se debe a dos factores fundamentales: a que nuestras vidas —y por ende la historia humana— están regidas por los flukes (acontecimientos pequeños, accidentales y aparentemente arbitrarios que moldean nuestro actuar diario); y a que entre mayor interconexión global (financiera, económica, política, cultural…), mayores los efectos de estos flukes. Hasta aquí, sin novedades.

Pero creo que debemos agregar una nueva capa igual o más preocupante a este modelo: estamos viviendo también en una época particularmente conflictiva.

De acuerdo con la más reciente publicación del Global Peace Index (del Institute for Economics and Peace) el mundo ha visto un deterioro constante en los niveles de paz en 13 de los últimos 15 años.

En 79 países del mundo los índices de paz han empeorado y el número de muertes por todos los conflictos casi se duplicó en 2022 comparado con el año anterior.

Cabe decir que este reporte no considera la actual guerra entre Israel y Hamás, por lo que podemos esperar peores números para la siguiente edición.

Bien sentencia el analista Fareed Zakaria en una columna para CNN: “El conflicto es la nueva normalidad”. Y un gran error que podemos cometer es tratar a cada uno de estos conflictos como si fueran aislados y excepcionales, “con la esperanza de que la normalidad regrese una vez que se hayan solucionado”.

Porque, como hemos establecido, en este mundo cada vez más globalizado e interconectado el impacto de una crisis se magnifica y cualquier conflicto tendrá el potencial de desestabilizar a regiones o continentes enteros. Algunos dirán que esto no es nuevo, que el asesinato del archiduque Francisco Fernando o la invasión alemana a Polonia también fueron factores que desataron conflictos globales. Y sí, quien sea de ustedes que haya dicho esto no estará faltando a la verdad.

Cadenas

Pero quiero hacer énfasis en que hoy cualquier conflicto puede convertirse en algo inmensamente disruptivo.

Un ejemplo es la actual guerra en la Franja de Gaza. Desde el nacimiento de Israel en 1948 hemos visto cómo palestinos e israelíes se agarran a madrazos, pero nunca antes un asunto tan local había tenido el potencial de convertirse en una guerra regional o incluso mundial. Falta que se agregue un solo grano más al proverbial montón de arena (digamos, el involucramiento de Irán) para causar una avalancha de proporciones globales. Este sería un verdadero fluke que tenga consecuencias inimaginables.

¿Cuál es la principal diferencia entre el actual conflicto en Palestina y los anteriores? Ya lo hemos mencionado, pero lo repito sin bronca: hoy el mundo —incluyendo el Oriente Medio— está mucho más integrado que antes; y entre más interconectada se encuentra la civilización humana, mayor será la inestabilidad que cualquier “error” o imprevisto puede causar.

Ya hemos visto cómo los flukes pueden causar pandemias globales, caos en el comercio mundial, implosiones en los mercados financieros y la desestabilización interna en los países. Así que no me parece ilógico decir que a mayor número de conexiones mayor número de conflictos y mayores los efectos de estos conflictos.

Claramente la globalización y la integración son sumamente positivas y como ejemplo está la Unión Europea, que ha evitado una guerra entre sus países miembros durante casi 80 años. El peligro aquí es que el mundo está lleno de agentes del caos que saben explotar los puntos más débiles de estas cadenas de relaciones y causar eventos de disrupción masiva.

Así que tenemos tres variables explosivas: que la historia humana es esclava de los flukes; que entre más interconectados mayores los efectos de estos flukes; y que “el conflicto es la nueva normalidad”.

Viendo al mundo desde esta perspectiva, debemos entonces abrazar el caos y prepararnos para vivir en un planeta cada vez más inestable, impredecible y violento. ¡Agárrense!