LA AGITACIÓN POLÍTICA, MILITAR Y DIPLOMÁTICA

Javier Oliva Posada
Columnas
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En todos estos ámbitos nuestro país observa un papel relevante que puede y debe contribuir a la estabilización de los escenarios en general, de los cuales el primero lo anunció incluso el miércoles 9 el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan: el muy grave riesgo que implicaría para el planeta una extensión geográfica de la guerra iniciada por la invasión de Rusia a Ucrania.

Como he apuntado en anteriores entregas, esta seria posibilidad es latente y puede explotar a partir de los delicados equilibrios que se guardan desde la era de la Unión Soviética. Alianzas y juegos de intereses merodean en un teatro geopolítico que se extiende hasta la prolongada guerra en Siria.

Ahí los intereses geopolíticos de Turquía se hacen valer a partir de la problemática separatista que implica el Kurdistán y su fornida guerrilla. A su vez, la presencia de Rusia, incluso mediante los mercenarios de la empresa Wagner, también mantiene sólidas posiciones militares en los despojos de lo que fue como fuerza armada el Estado Islámico (EI).

Así, mientras escala la guerra entre Rusia y Ucrania, ahora mediante el uso intensivo de drones, las capacidades de uno y otro bando parecen entrar en un “punto muerto” donde la proliferación para el uso de armamento letal e incluso atómico (por parte de Rusia) ya es una retórica de todos los días. El riesgo es latente.

Segundo escenario

Con una dramática sincronía, el mismo día, en la ciudad de Quito, cayó asesinado el candidato de la centroderecha en Ecuador, Fernando Villavicencio. Estaba ubicado en el segundo lugar de las preferencias para unos comicios presidenciales adelantados con el fin de tratar de contener la crisis política y de seguridad pública que vive ese país.

Lo más complicado del caso es que el ahora extinto aspirante Villavicencio reveló que los aliados locales del grupo de narcotráfico que encabezan los hijos de Joaquín Guzmán lo habían amenazado de muerte. Al momento de redactar esta colaboración las investigaciones estaban en curso y el riesgo de una mayor desestabilización en el país sudamericano era más que una posibilidad.

Otro escenario que tiene que ver directamente con la diplomacia mexicana es la reunión convocada por el presidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva, donde estuvieron representantes de primer nivel (Nicolás Maduro canceló horas antes del encuentro) para analizar las medidas encaminadas a contener la deforestación y sobreexplotación de la Amazonia. La cuestión es que la no reconocida por el gobierno mexicano presidenta de Perú fue tratada y considerada como parte sustancial del evento convocado por un mandatario afín a López Obrador. Sin duda que las áreas de análisis político de la Secretaría de Relaciones Exteriores de nuestro país han tomado nota de dicha situación.

En los tres escenarios brevemente reseñados, por distintas razones, pero sobre todo por dos, México tiene un papel y responsabilidad sustancial en la aportación de propuestas y elementos para estabilizar dichas situaciones.

La primera razón es por las características y fundamentos de su diplomacia: promoción y compromiso con el diálogo y la negociación, así como la exploración de opciones para atender las necesidades más apremiantes de la sociedad afectada, en este caso, la ucraniana.

Y por lo que hace a las relaciones con los países sudamericanos referidos, aportar información (en el magnicidio de Ecuador) y soporte científico a la causa del medio ambiente en lo que se conoce —y con razón— como el “pulmón de la humanidad”, sin distingos o preferencias personales e ideológicas.

Hay, ni que dudarlo, intereses superiores.