BEISBOL MEXICANO, UN TESORO ENTERRADO

“Una serie de sucesos que nos hacen sentir orgullosos”.

Cristopher Rivera
Columnas
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Hablar de beisbol en nuestro país es hablar de un deporte que ha estado siempre entre los mexicanos. Es una disciplina muy querida casi en todo el territorio nacional y es que como tal resulta ser espectacular, entretenida y muy familiar.

En una experiencia personal, estuve más cercano a otras disciplinas que al “rey de los deportes”, aunque era parte del repertorio de enseñanzas de mi señor padre, de quien heredé el amor por los deportes.

Por eso de manera recurrente en mi infancia estaba en el Parque del Seguro Social, allá por la colonia Narvarte, para ver a los Diablos Rojos o a los Tigres capitalinos.

Sin embargo, aunque el beisbol es un deporte muy apreciado en nuestro país, también ha sido abandonado, desdeñado y poco valorado, principalmente por los medios de comunicación. Quienes estamos en el mundo del periodismo deportivo hemos sido, de una u otra manera, responsables de que esta disciplina no tenga la vitrina que se merece, cuando ha sido la que más alegrías le ha dado a los mexicanos, empezando por aquel juego perfecto protagonizado en 1957 por unos niños de Monterrey que se llevaron con autoridad la Serie Mundial de Ligas Pequeñas en Williamsport, Pensilvania.

Y de ahí, una serie de sucesos que nos hacen sentir orgullosos, como lo fue el último clásico mundial en el que la novena tricolor logró una histórica actuación.

No sé si se ha dado cuenta, pero cuando un mexicano va al mejor beisbol del planeta, es decir, la Major League Beisbol de Estados Unidos, normalmente representa al país con éxito, gallardía y personalidad.

Cada año nos enteramos de que un grupo de mexicanos va a las grandes ligas y buena parte de ellos construyen una carrera de respeto. No es como en el futbol mexicano, en el que a duras penas se va un jugador a Europa y quién sabe si tenga los argumentos para tener éxito. Los futbolistas mexicanos son un volado fuera de casa y lo más triste de todo es que se habla más de ellos que de un Julio Urías de los Dodgers de los Ángeles o un José Urquidy de los Astros de Houston, por poner un par de ejemplos.

Me gusta el futbol, pero la verdad no merece la difusión que se le ha dado. Me refiero estrictamente al futbol mexicano.

Si comparamos los éxitos del beisbol con los del futbol en México nos daremos cuenta de que tenemos un tesoro enterrado, a cambio de un pedazo de fierro oxidado.

Ídolos escondidos

Los de mi generación (1985) podemos reconocer a grandes deportistas mexicanos que en su momento fueron ídolos. En el caso del beisbol a mí no me tocó el fenómeno que significó Fernando Valenzuela con los Dodgers de Los Ángeles, aunque conozco la historia muy bien; pero sí me tocó ver a Vinicio Castilla con los Rockies de Colorado y los Bravos de Atlanta, o a Adrián González como parte de cinco juegos de estrellas.

En otros deportes, como en el golf, la gran Lorena Ochoa nos inspiró. Y qué me dicen de Raúl Ramírez y Leo Lavalle en el tenis, quienes se convirtieron en grandes ídolos.

Hoy Sergio Checo Pérez también está haciendo su labor y se ha convertido merecidamente en ídolo de las nuevas generaciones.

En general, la baraja de referentes en el deporte mexicano no es amplia y a ello le añadimos que lo poco que hay no es conocido por las nuevas generaciones debido a la falta de difusión de la que hablé. Me atrevería a decir que hoy ocho de cada diez niños mexicanos tienen como ídolo a Henry Martín, del América; al Chaquito Giménez, que juega en el Feyenoord de los Países Bajos; y en el mejor de los casos al Chicharito Hernández. ¡Casi estoy seguro!

Hay más deportistas de otras disciplinas que tienen el potencial de ser ídolos: simplemente falta darles el lugar y el espacio que merecen.