EL CAFÉ DE TACUBA

Sergio Pérezgrovas
Columnas
CAFÉ DE TACUBA

¿Qué tan sagrado será el chocolate que se muele de rodillas, se bate con las manos juntas y se bebe mirando al cielo?

Dicho popular

Enclavado en el primer cuadro de la Ciudad de México se encuentra uno de los restaurantes más famosos. Me refiero al Café de Tacuba, con 111 años de antigüedad y respetando muchas de las recetas originales que han deleitado a chicos y grandes.

Se inauguró en 1912, tras haber sido por poco tiempo una lechería. Mucho antes era una casa palaciega del centro que fue construida en el siglo XVII.

En la parte de atrás del predio se encuentra la Biblioteca del Congreso de la Unión, la cual ocupa la antigua capilla del convento de las Clarisas. Además, en la parte posterior del restaurante, hace muchos años, se encontraba el Hospital del Divino Salvador.

Su fundador fue Dionisio Mollinedo, originario de Tabasco. Solo diez años después de abrirlo se llevó a cabo en su interior el banquete de la boda de Diego Rivera y Guadalupe Marín.

En 1936 el gobernador electo de Veracruz, Manlio Fabio Altamirano Flores, fue asesinado en el lugar. Su atacante ingresó al edificio y disparó entre seis y ocho veces contra el político mientras comía con su esposa. Nadie fue llevado a la cárcel, ya que se supone que lo asesinó un grupo de sicarios que se hacían llamar La Mano Negra.

El lugar está repleto de murales y cuadros coloniales. La muchacha del vestido rojo está muy cerca de un retrato de José de la Borda, quien vivía en la Casa Borda, ubicada muy cerca.

Uno de sus comensales más fieles fue Agustín Lara, quien según los rumores siempre acudía con diferentes novias.

Oscar Lewis escribió la novela Los Hijos de Sánchez, bajo el sello del Fondo de Cultura Económica (FCE), en 1964. Se cuenta que Lewis se inspiró en un trabajador del café que regenteaba a todas sus hijas, haciéndolas trabajar en el restaurante. En 1978 el local fue utilizado para la película del mismo nombre, en la que el personaje principal era Anthony Quinn.

El 13 de abril de 1999 hubo un incendio que quemó parte del mobiliario del salón principal. La estructura del edificio no sufrió daños significativos gracias a la rápida reacción de los bomberos. En agradecimiento, los bomberos recibieron un desayuno en el local cuando reabrió el 27 de junio del mismo año.

El Café de Tacuba siempre ha estado relacionado con la música de las estudiantinas. Desde los miércoles hasta los domingos los tunos tocan las piezas clásicas de esta forma de vida.

La banda Café Tacvba, originaria de Satélite y comandada por Rubén Albarrán, tomó su nombre en honor a este icónico lugar.

El muertito

El restaurante Café de Tacuba estaba repleto. En el fondo, tres músicos de la tuna tocaban con entusiasmo, mientras que en una de las mesas se encontraba el próximo gobernador de Veracruz junto con su esposa, disfrutando de unos pambazos rebosantes de lechuga y crema, muy despreocupado. Sin previo aviso entraron unos motociclistas con cascos y comenzaron a ametrallar al gobernador electo, descargando prácticamente toda la munición de las dos ametralladoras, dejándolo lleno de agujeros, como si hubiera sido víctima de una inundación de balas. La sangre brotaba por todas partes, incluso por su cabello, y como resultado su compañera de vida también resultó muerta.

Antes de retirarse los agresores dejaron un mensaje junto a los cadáveres y huyeron. Una huella de zapato quedó marcada en la sangre del gobernador.

Cuando llamaron a Tristán vio el mensaje: “Con la Senda Luminosa de Alvarado no se juega. Pinche puto, ya te cargó la chingada”.

Se puso unos guantes, metió el mensaje en un sobre y lo llevó al laboratorio, donde encontraron una huella que los condujo hasta el asesino. Curiosamente, este era un hombre de estatura baja. Calzaba un número cinco y medio. Era un chaparrito gordito de Alvarado, Veracruz, apodado El Chancho.

Tristán dio rápidamente con él y su compañero, quienes al verlo trataron de activar sus ametralladoras, pero él fue más rápido y acabó con ambos asesinos con un par de balazos. Luego se enteró de que el gobernador había mandado matar a uno de los cabecillas del movimiento, lo cual supo a través de un amigo que vivía en ese poblado. La secta a la que pertenecían era de fanáticos religiosos que traficaban con mujeres y niños. Lo más curioso es que nadie reclamó los cuerpos y después de un tiempo en la morgue tuvieron que ser enterrados en una fosa común.