CARTA POR LA PAZ: A PROPÓSITO DEL DIÁLOGO ENTRE EINSTEIN Y FREUD

“Que la paz deje de ser una utopía y se convierta en una práctica cotidiana”.

Paz
Columnas
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En el año de 1932 el Instituto Internacional para el Intercambio Epistolar convocó a dos de los más influyentes pensadores del siglo XX, Albert Einstein y Sigmund Freud, para dialogar sobre el problema mundial siempre urgente, vigente y necesario de la humanidad: la paz.

Durante su intercambio de cartas, ambos reflexionaron sobre las raíces de la guerra, la pulsión de conquista y la tendencia de ciertos grupos a imponer sus decisiones por la vía violenta, olvidando lo esencial: el respeto a la vida humana y a la convivencia pacífica.

Einstein preguntaba si era posible liberar a la humanidad de la fatalidad de la guerra. Freud, desde su mirada sicoanalítica, respondía que la violencia no es inevitable, pero sí profundamente arraigada en la tensión entre el amor y el odio, entre la atracción y la repulsión.

Los dos coincidían en señalar que la cultura, el pensamiento crítico y el desarrollo ético son herramientas fundamentales para transformar esa pulsión destructiva.

Hoy, frente a los actos violentos ocurridos en nuestra comunidad universitaria, los mediadores tenemos la responsabilidad de retomar ese legado.

Reconciliación

Como bien señala María Carnero en su podcast, “la paz es una actitud de vida”. No basta con condenar la violencia: debemos construir activamente espacios de escucha, respeto y diálogo.

La mediación es, en esencia, una práctica de paz, de diálogo y escucha. Es el arte de llegar a acuerdos, de reconocer al otro como legítimo interlocutor, de transformar el conflicto en oportunidad.

En este momento complejo hacemos un llamado a toda la comunidad universitaria para que apoyemos juntos el camino hacia la reconciliación. Que cada aula, cada pasillo, cada encuentro, se convierta en un círculo de paz, en espacios de comunidad, donde nos reconozcamos en el otro, con las mismas necesidades y emociones.

Porque todos tenemos derecho a vivir en una cultura libre de violencia. Y todos, desde nuestras trincheras éticas, podemos contribuir a que la paz deje de ser una utopía y se convierta en una práctica cotidiana, sostenida por el diálogo, la empatía y el compromiso colectivo.

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