Tiene razón la presidenta Claudia Sheinbaum cuando señala que es incorrecto que el gobierno de Estados Unidos esté considerando un posible ataque militar a Venezuela. Me parece que ese debería ser el foco de su esfuerzo diplomático. Es correcto que México se oponga a la intervención militar de un país en otro.
Al mismo tiempo, sin embargo, la presidenta debe condenar de manera enérgica la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Este ha sido un régimen brutal que ha violado los derechos humanos de los venezolanos y que abiertamente se robó la elección presidencial de 2024. Nada más entre el 28 de julio —el día de la elección— y el 1 de agosto “al menos 24 personas murieron como consecuencia de la represión gubernamental de las protestas contra el nombramiento de Nicolás Maduro. La mayoría de esos homicidios podían constituir una ejecución extrajudicial. Dos de las víctimas eran menores de edad”, según Amnistía Internacional. En los días posteriores a la elección fueron detenidas de manera arbitraria dos mil personas que enfrentaron juicios injustos.
Defender a Maduro es como defender a Augusto Pinochet… o a Miguel Díaz-Canel, el dictador cubano. Al hacerlo, la presidenta se coloca del lado de las dictaduras y da la espalda a la democracia. Su rechazo de María Corina Machado, la dirigente de la oposición democrática venezolana, es también un error histórico. Venezuela no permanecerá por siempre bajo la dictadura. La presidenta está perdiendo la oportunidad de establecer una relación con una mujer que sin duda tendrá un papel relevante en la Venezuela democrática.
María Corina ha mantenido durante décadas una lucha democrática y pacífica contra la dictadura venezolana. Nunca ha pertenecido a un grupo guerrillero, como Gustavo Petro, el presidente de Colombia, con el que la presidenta Sheinbaum mantiene una buena relación. Nunca ha participado en acciones de violencia. Ni siquiera ha bloqueado accesos a pozos petroleros o ha instalado plantones en alguna avenida de Caracas, como sí lo hizo en México su mentor, Andrés Manuel López Obrador.
Convicciones
Rechazarla simplemente porque Maduro ha cerrado todas las puertas a un cambio democrático en Venezuela es injusto. Machado es una mujer de profundas convicciones democráticas que ha defendido políticas sociales que no son muy lejanas a las de la presidenta mexicana.
En varias ocasiones Sheinbaum ha expresado convicciones democráticas. En la noche del 2 de junio de 2024, cuando fue electa presidenta, declaró tras confirmarse su victoria: “Concebimos un México plural, diverso y democrático. Sabemos que el disenso forma parte de la democracia. Y aunque la mayoría del pueblo respalda nuestro proyecto, nuestro deber es y será siempre velar por cada una y cada uno de los mexicanos sin distingos”. También dijo: “Garantizaremos las libertades de expresión, de prensa, de reunión, de concentración y movilización. Somos demócratas y por convicción nunca haríamos un gobierno autoritario ni represor”.
Si esas convicciones son genuinas, la presidenta no debería defender una dictadura criminal. Puede, por supuesto, cuestionar las posiciones del presidente Donald Trump, de Estados Unidos, aunque oponerse a esas políticas puede tener consecuencias negativas para nuestro país. Sin embargo, lo mismo puede ocurrir si sigue apoyando la dictadura. La posición más sólida sería rechazar una posible intervención, pero exigir el fin del régimen de Maduro.

