CLUB CERO, UNA CRÍTICA MORDAZ SOBRE LA RADICALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD

Francisca Yolin
Columnas
Club Cero

La cineasta austriaca Jessica Hausner ha cultivado una relación fascinante con la crítica y el público a lo largo de los últimos años, siendo una favorita del comité de selección de Cannes, pero generando opiniones divididas por la naturaleza controvertida de sus películas.

Este fenómeno se acentuó con Club Cero, una obra que despierta resistencia pero que paradójicamente señala el éxito de Hausner.

Su enfoque particular de la sátira revela nuestra complicidad en las fallas sociales sin ofrecer soluciones claras. Comparada con realizadores como Michael Haneke o incluso los creadores de South Park, Hausner destaca por su sutileza al abordar temas espinosos como la relación con los sicofármacos (Little Joe) o la comida (Club Cero), introduciendo elementos irreales en un mundo que de otro modo sería realista.

Club Cero despierta una morbosa curiosidad al centrarse en un grupo de estudiantes de un prestigioso internado europeo manipulados por la Sra. Novak, una instructora de “alimentación consciente” interpretada por una brillante Mia Wasikowska. Presentada como una seudocelebridad en el mundo de la dieta y la nutrición, Novak adoctrina sutilmente a sus alumnos en su filosofía vanguardista, provocando conflictos con padres complacientes y liberales que cuestionan sus métodos. El filme plantea un choque generacional y social alrededor de la ética alimentaria, evidenciando la maleabilidad del fervor político juvenil y la falta de autenticidad en la búsqueda de orientación y control en la era moderna.

Complejidades

Aquellos que resisten las maquinaciones de la película tienden a ser críticos de la representación cínica de la dinámica mentor/estudiante y del retrato del fervor político juvenil como una fuerza manipulable. Sin embargo, este enfoque pasa por alto la complejidad del panorama presentado por Hausner.

La película muestra un sistema amplio en el que todos los personajes, padres e hijos, están atrapados, buscando orientación en poderes externos en lugar de confiar en ellos mismos. El guion, impregnado de términos contemporáneos como el ayuno intermitente y la autofagia, contextualiza a la siniestra Sra. Novak como una figura similar a líderes de pensamiento conservador en internet, ampliando así la crítica social de la película.

Club Cero no busca señalar a un villano explícito, sino más bien retratar el sentido de frustración moderna y la falta de autenticidad que caracterizan a nuestra época.

Hausner evita el camino fácil de atribuir culpas específicas y, en cambio, ofrece una reflexión más profunda sobre los sistemas absurdos en los que nos vemos atrapados. Con su aguda sensibilidad cómica, la película alivia la tensión al tiempo que cuestiona las convicciones arraigadas en la sociedad contemporánea. En última instancia, Club Cero se erige como una obra que desafía al espectador a reflexionar sobre las complejidades de nuestra era y los roles que desempeñamos en ella.

La maestría de Hausner radica en su capacidad para plantear preguntas incómodas sobre la naturaleza humana y la sociedad, sin ofrecer respuestas fáciles, invitando así a una exploración más profunda de los temas tratados y sus implicaciones en nuestra vida cotidiana.