EL CÓMIC PERDIDO

Sergio Pérezgrovas
Columnas
CÓMIC

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Tío Ben a Peter Parker (El Hombre Araña)

José Guadalupe Cruz Díaz nació en Teocaltiche, Jalisco, el 31 de enero de 1917. ¿Qué hizo José para destacar como uno de los grandes autores de cómics mexicanos?

A partir de la Guerra Cristera el joven José comenzó a desarrollar un gusto por los personajes representativos de esa época. Fue así como, muchos años después, creó historietas sobre el tema, como Adelita y las guerrillas, Juan Sin Miedo y La Tigresa del Bajío.

A los 18 años comenzó su carrera como historietista trabajando en revistas como Paquín, Paquito y Pepín. En 1947 escribió guiones y se convirtió en actor para Juan Orol en más de 30 películas, colaborando con directores como Chano Urueta, Miguel Morayta y René Cardona.

En 1961 fue acusado y sentenciado por el homicidio de Laura Esperanza Córdova Navarro. José siempre afirmó que la fallecida sufrió una muerte natural mientras estaba con su amiga Consuelo Cámara Rojas. Fue el 18 de octubre de 1961 cuando encarcelaron a José en Lecumberri.

Diez años antes había fundado su propia empresa editorial, José G. Cruz, donde desarrolló obras como Muñequita, La pandilla de Rosita Alvirez, El vampiro tenebroso, Canciones inolvidables y su mayor éxito, Santo, El Enmascarado de Plata. Esta revista estuvo en los puestos de periódicos durante más de 30 años ininterrumpidos.

José murió en Los Ángeles, California, el 22 de noviembre de 1989. Fue un pionero en el arte gráfico, ya que fue uno de los primeros en utilizar fotomontajes para contar sus historias. La técnica fue introducida por primera vez por el inglés Henry Peach Robinson alrededor de 1857 con Fade Away (Los últimos instantes), donde la imagen muestra a una mujer a punto de morir acostada en un sillón, junto a tres personas más esperando desesperadamente su fallecimiento.

José trabajó a lo largo de su vida como argumentista, escultor, pintor, fotógrafo y escribió una veintena de guiones para cine y radioteatro. También fue actor radiofónico y cinematográfico.

Las historietas de El Santo utilizaban fotografías y dibujos donde el luchador Rodolfo Guzmán Huerta posaba para las portadas del cómic. Inicialmente a El Santo se le conocía como El Atómico, pero tras la edición del pasquín pasó a ser conocido como El Santo. Hoy en día en plataformas en línea se pueden conseguir algunos ejemplares, resaltando el número 11, creado en 1951, que ha llegado a venderse por 250 dólares. Es difícil de encontrar ya que fue impreso hace mucho tiempo. Cuando salió al mercado costaba 50 centavos y estaba destinado principalmente a coleccionistas.

El pasquín

En una vieja casona de los setenta, en la zona de Satélite, se encontró una revista de 1956 realizada por el supuesto asesino José G. Cruz. En el cómic, el personaje principal era El Santo, quien narraba cómo le habían culpado de la muerte de una mujer mientras estaban en casa del escritor. La publicación llegó a cotizarse por varios miles de pesos, aunque en la época en que fue escrita costaba solo 50 centavos.

La revista llegó a manos de un coleccionista. Sin embargo, surgió un problema, ya que otro interesado quería comprarla. Todo ocurrió a través de internet, específicamente en Mercado Libre. El primero recibió el pasquín y lo guardó celosamente en su caja fuerte. El segundo comprador localizó la dirección del primero y logró entrar a la casa para robársela.

El conflicto surgió cuando, al salir, se encontró con el dueño original y le disparó en el estómago, causándole la muerte.

Cuando Tris llegó al lugar vio que la caja fuerte estaba abierta. En ella había mucho dinero, que al parecer no se robaron. Tris decidió investigar más a fondo. Encontró una página en la computadora del occiso y entendió que era un coleccionista, pues además del dinero en la caja había una veintena de publicaciones de El Santo.

Fue entonces que Tris dio con el asesino. Cuando lo cateó, encontró el semanario y la pistola con la que días antes asesinaron al coleccionista. Tris tomó el revólver del sujeto y le metió un balazo en el estómago, justo donde este había disparado al otro coleccionista. Tris dejó que se desangrara, tomó el cuadernillo y lo leyó mientras el asesino moría. Al terminarla, se la llevó a la casa del primer occiso y la guardó en la caja fuerte.