El hombre más peligroso es aquel que tiene miedo.
Ludwig Börne
Creo que todos hemos experimentado la necesidad de buscar un soporte emocional, ya sea a través de platicar nuestros sentimientos con alguien de confianza o bien de repente buscar contención física por medio de un apapacho y de una presencia que nos calme. Esto es algo que tanto humanos como animales hacemos. De hecho, en momentos de estrés o miedo una presencia tranquilizadora nos puede ayudar a calmarnos.
Esta presencia puede ayudarnos a bajar nuestro ritmo cardiaco y alejarnos de la respuesta de estrés “lucha o huida”, que activa el sistema nervioso simpático liberando hormonas como la adrenalina y el cortisol para preparar al cuerpo para la acción.
De acuerdo con un nuevo estudio realizado por Zachary Witkower, profesor en la Universidad de Ámsterdam y sus colegas, también puede suceder lo contrario. Es decir, así como podemos estabilizarnos a través de “atrapar el estado de ánimo” de alguien por medio del contagio emocional, lo opuesto también es posible.
En su último estudio el equipo de expertos demuestra que si la entidad a la que nos aferramos en busca de consuelo también está angustiada, ese estrés se nos puede contagiar.
Su investigación se centró especialmente en la influencia del patrón de respiración de una entidad que puede indicar miedo o pánico en aquellos que están en contacto físico con ella. En lugar de someterse a la aleatoriedad de involucrar a seres vivos en esta manipulación, el equipo de investigadores diseñó robots de peluche que podían respirar con patrones específicos.
Para el estudio, más de 100 estudiantes participantes abrazaron a los robots de peluche mientras estos se movían con diversos patrones: con un patrón de respiración estable, de forma aterrada o no se movían mientras veían un fragmento de una película de terror. Mientras veían la película, los investigadores registraron la frecuencia cardiaca de los participantes.
Conclusiones
Los que sostenían los robots hiperventilados tuvieron los mayores aumentos en la frecuencia cardiaca, lo que sugiere que estaban más asustados mientras los observaban. Más tarde informaron que percibían que sus robots parecían asustados, lo cual refuerza la idea de que habían copiado el estado emocional del robot.
Por su parte, los que tenían robots que respiraban de manera más tranquila y los que tenían robots completamente inmóviles estaban significativamente más calmados.
La conclusión más obvia de esta observación es la idea de que buscar consuelo en alguien que también tiene miedo puede ser menos eficaz. Dicho esto, las relaciones entre los seres humanos son mucho más complicadas y complejas que la simple reacción a los patrones de respiración, por lo que las investigaciones futuras tendrían que ampliar estos hallazgos para sacar conclusiones al respecto, indican los expertos.
Sin embargo, quizá lo más interesante es la implicación de que esto podría adaptarse a entornos terapéuticos.
¿Podríamos algún día abrazar a un robot en terapia para que nos ayude a alcanzar un estado emocional deseado? Este estudio sugiere que es una posibilidad. Y si bien este experimento inicial aún tiene muchas aristas sin responder, es un pequeño indicador de que quizá lleguemos a distintos métodos para calmarnos de manera más específica.
Y tú, ¿a quién acudes para calmarte?

