Odio la navidad.
El Grinch
1. El Conde-nado
Salió de su ataúd, que su fiel ayudante limpiaba de vez en cuando, y buscó una presa sencilla. Conocía desde hacía mucho tiempo un bar a las afueras de la ciudad; hacía como 20 años que no regresaba al lugar pues no le gustaba levantar sospechas.
Entró en el mesón, pero notó que había puros hombres; algunos bailaban desaforadamente.
Llegó a la barra y solicitó un bloody mary; era lo más similar a la sangre en apariencia. Estando sentado se acercó un joven con unos bigotes imponentes y enfundado todo de cuero. Comenzaron a platicar; el muchacho lo invitó a su casa cerca de ahí. Drácula no daba crédito, era demasiado sencillo. Aceptó y se fueron al lugar de Enrique —supo que así se llamaba.
En la sala el conde lo tomó entre sus brazos y le clavó los colmillos hasta dejar al pobre Enrique más seco que un orejón de Navidad. Regresó a su castillo, donde su asistente lo esperaba con su sarcófago limpio. Ya era casi de madrugada. Ni tardo ni perezoso se introdujo en su cama. Cerró los ojos y se echó a dormir. El asistente no se percató de que dejó una ventana abierta porque la tapaba un amplio cortinaje negro. Hubo una helada que duró varios días. Además, el ataúd quedó medio abierto. El conde, al cabo de unos días, murió de una neumonía fulminante. En la morgue no daban crédito, el cuerpo tenía como 250 años, pero el análisis de sangre detectó que fue infectado con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Enrique tenía el virus y el conde nunca lo supo.
2. Tarzán y las monas
John Clayton, vizconde de Greystoke, fue abandonado junto con sus padres en una selva africana del siglo XIX después de sufrir un motín en el barco en el que viajaban. Sus padres fueron asesinados por Sabor, el leopardo. Siendo niño logró escapar salvado por Kala, una gorila que acababa de perder a su crío. Ella le puso por nombre Tarzán.
Kerchak, la pareja de Kala, no estaba de acuerdo (ya ven cómo somos los machos de celosos). Sin embargo, Tarzán creció al amparo de Kala, sano y fuerte. Ahí conoció a una changuita de buenos oficios de la que se enamoró perdidamente; la llama Jane. Él no sabe que es humano; sabe, sí, que es diferente. El título nobiliario le vale madres, no lo entiende. Así que, ni tardo ni perezoso, se coge a Jane. Es la primera vez que se presenta en la literatura un caso de zoofilia.
3. Robinson Cruzado
Llegó él solo a la isla; al principio no encontró a nadie. El naufragio lo trajo sin pensar, sacó lo que pudo y comenzó a vivir su vida, 28 años para ser exactos. Descubrió que en la isla había unos caníbales, así que tomó todas las precauciones para no ser visto. De pronto apareció un joven, al que llamó Viernes, le enseñó todo lo que sabía, sobre todo en el arte del amor. Tuvieron sexo, mucho sexo. Fueron felices para siempre.
4. Alcohol, mujeres y dinero,
perniciosos consejeros
Tenía una botella de ajenjo barato en la mano, no la abrió hasta después del mediodía. Decía que él solo bebía medio año, de las doce del día hasta las doce de la noche; su apreciación, aunque exacta, era muy traicionera. El alcohol acumulado en sus venas por tantos años le pasó factura.
Se quedó sin hogar y sin dinero. Después de unos cuantos días sin beber y sin comer comenzó a tener escalofríos sin darse cuenta. Se sentó en una banca en una noche fría de octubre a esperar la muerte, que llegó puntual. Fue enterrado en la fosa común, sin un llanto, en total silencio. Él se llamaba Edgar, de apellido Allan Poe.

