Nayla Muñoz Euán fue distinguida por 3M como una de las 25 Mujeres en la Ciencia en América Latina gracias a su trabajo en sostenibilidad, equidad social y empoderamiento femenino.
Esta joven investigadora, originaria de Yucatán, pero adoptada por Baja California, impulsa proyectos que entrelazan conocimiento científico con impacto comunitario, transformando realidades desde la raíz.
—¿Cuál fue el proyecto por el que se le reconoció?
—Mi tesis doctoral abordó la acuaponia como herramienta para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). A partir de esa línea diseñé un proyecto de agricultura sostenible con mujeres de Maneadero, Ensenada. Implementamos sistemas de cultivo con materiales reciclados; dimos talleres lúdicos sobre sostenibilidad, agua y ODS; y construimos juntas un espacio de aprendizaje, producción y convivencia.
—¿Por qué decidió involucrarse con una comunidad de mujeres?
—Quería que el conocimiento no se quedara solo en artículos académicos. Conocí a este grupo de mujeres luchadoras, activas en la defensa de su territorio. Me ofrecí a trabajar con ellas, no desde una posición de autoridad, sino de colaboración. Aprendimos juntas. Para mí, empoderarlas significaba brindar herramientas para generar ingresos, alimentos y seguridad en sus hogares.
—¿Cuál fue el reto más grande del proyecto?
—Adaptarme al ritmo de la comunidad. Aunque eran muy organizadas, cada una tenía una vida compleja. Además, siendo yucateca, llegué como “foránea”, pero terminamos construyendo una amistad real. Algo que me marcó fue que vinieron a mi examen de grado por cuenta propia. Eso me hizo ver la conexión genuina que se había formado.
Visibilidad
—¿Qué significa para usted haber ganado este reconocimiento?
—Más allá del premio, significa visibilidad. Muchas científicas no saben que existen estos espacios de reconocimiento. Al ser premiada, inspiras a otras a atreverse, a postularse. Yo misma lo dudé la primera vez por miedo a no ser suficiente. Hoy sé que sí se puede. Que otras mujeres vean que somos reconocidas por nuestro trabajo científico y social es una poderosa forma de romper estereotipos.
—¿Qué le diría a las mujeres que sienten que no tienen lo necesario para destacar?
—Que todas podemos. Hay tropiezos, pero cada proceso vale. Y si algo no sale bien, se puede volver a intentar. A veces el mayor obstáculo está en nosotras mismas, en el miedo al rechazo. Pero hay que recordarnos que sí pertenecemos a estos espacios.
—¿Qué sigue en su trayectoria?
—Planeo iniciar un posdoctorado para trabajar con pequeños agricultores, revisar sus buenas prácticas y compartirlas a nivel nacional y latinoamericano. También quiero crear un manual de sistemas agrícolas sostenibles que sea accesible y adaptable a distintos contextos sociales y ambientales.
—¿Qué se lleva de estas mujeres con las que trabajó?
—Me llevo su fuerza, su sabiduría comunitaria y la certeza de que la ciencia tiene sentido cuando transforma vidas. Lo más bonito fue ver cómo se apropiaron del conocimiento, lo hicieron suyo y lo compartieron. Eso, para mí, es empoderamiento real.