DON LAPU, EL HOMBRE DE LA BOINA

 Manuel Lapuente
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Alguna vez, para un trabajo de universidad, me tocó platicar con varios entrenadores de diferentes deportes. El objetivo era conocer estrategias y metodologías de disciplina en el deporte profesional y de alto rendimiento. Para aquel trabajo académico platiqué con unos 20 entrenadores del ámbito olímpico-amateur y profesional.

Recuerdo perfecto que la última entrevista fue con don Manuel Lapuente, entonces entrenador del América en el ya lejano año 2003. La verdad, esperaba poco de la entrevista, puesto que la mayoría de los entrenadores de futbol con los que ya había platicado mostraban ciertas limitantes en la plática; ofrecían conceptos muy vagos, típicos de los técnicos futboleros. Pensaba que en esa oportunidad las cosas iban a ir por el mismo tono, pero… ¡oh, sorpresa!, con Don Lapu —como le decían de cariño— me equivoqué y aprendí a no generalizar.

De aquel trabajo universitario los conceptos más ricos y perfectamente definidos me los dio don Manuel Lapuente; él fue la base y el eje de mi tarea y entendí al mismo tiempo por qué era uno de los técnicos más exitosos en la historia del futbol mexicano.

A manera de contexto y en síntesis: el profesor Lapuente lo ganó todo. Por ejemplo, cómo olvidar aquellos títulos de la Franja del Puebla en la década de 1980, o ese Necaxa de los noventa que de ser un equipo mediano pasó a ser un equipo importante del futbol mexicano.

También está en la memoria aquella selección que jugó con mucha personalidad el Mundial de Francia 98 —para muchos la mejor selección de la historia—, para, posteriormente, ganar aquella inolvidable Copa Confederaciones de 1999 aquí en México; y como colofón, las grandes alegrías que le dio al americanismo en 2002, entre otros muchos logros.

Todos esos éxitos tenían un sello especial: garra y disciplina. Dos conceptos que parecen simples, pero que para aplicarlos solo don Manuel Lapuente. Todos los equipos a nivel de clubes y selecciones nacionales que dirigió este hombre con personalidad ecuánime desde la dirección técnica y con boina en la cabeza tuvieron como espíritu de competencia la entrega, la garra, la constancia y la regularidad de resultados.

Efectividad

Regresando a aquella conversación que tuve con él, me di cuenta entonces que el entrenador de futbol —sobre todo en México— bien puede convivir con los balones y con los libros, disfrutar la buena música y el griterío del futbol, o mezclar el buen gusto con los sinsabores de la cancha y los palos de golf con los botines de fut.

Don Manuel Lapuente conversó conmigo de futbol involucrando la literatura, la música y otros componentes que le hacían ser un entrenador diferente, con una personalidad que no se apoyaba en el alarde, pero sí en la firmeza de sus decisiones.

Aquel trabajo universitario que entregué con base en metodologías y estrategias de la competencia en el deporte me llevó a reconocer las formas de don Manuel Lapuente, que básicamente se enfocan en la efectividad sin necesidad de tanto tikitaka, dirían algunos. Simplemente era: deshazte del balón en el momento puntual, sin tanto rollo; defiende con el cuchillo entre los dientes; y define frente arco rival con la letalidad que se requiere, y no la exquisitez que muchas veces sobra. Pero antes de todo eso, aprende a ser una persona de bien.

Hace unos días nos dejó ese hombre sereno de la boina, ese que supo convivir con el futbol bajo un estilo único que lo ubica como uno de los más exitosos entrenadores de su generación.

En paz descanse, don Manuel Lapuente.

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