TRUMP: FASCISTA

“Hoy nadie se inmuta frente a sus locuras”.

Juan Pablo Delgado
Columnas
DONALD TRUMP

En mi columna pasada les compartí mi docta opinión sobre cómo “genocidio” y “fascismo” han sido conceptos tan manoseados por analistas, seudoanalistas y simples idiotas, que han perdido su intensidad y poder. Señalar esto no era simple pedantería o mamonería, ya que usar indiscriminadamente las palabras nos evita explotar su verdadera fuerza cuando estemos frente a una amenaza real.

Pues hoy estamos frente a una amenaza real y —gracias a todos los babosos catastrofistas que abusaron del lenguaje— nos encontramos sin municiones para combatirla. ¡Gran trabajo!

Me refiero a Donald Trump. Desde que inició su campaña en 2015 muchos se volcaron a calificarlo de fascista. Como presidente las cosas no mejoraron: que si quiso prohibir la entrada de inmigrantes: fascista. Que si fue amigo de Vladimir Putin y Kim Jong-un: fascista. Que no condenó el racismo de sus seguidores: fascista. Que no detuvo a sus huestes cuando atacaron al Capitolio: fascista.

Sin embargo, Trump no era fascista. ¿Un loco narcisista? ¡Seguro! ¿Desequilibrado mental? ¡Sin duda! ¿Con tendencias autoritarias? ¡Indudable! Pero hoy las cosas han cambiado. Desde que perdió la elección en 2020 su comportamiento ha mutado para —ahora sí— considerarse cercano al fascismo.

El lobo

Volvamos rápidamente a la descripción que hace el académico Tom Nichols para ver cómo sale librado Trump: (El fascismo) eleva al Estado sobre el individuo y establece un culto de personalidad alrededor de un líder carismático; glorifica el hipernacionalismo, el racismo y el poder militar; detesta al liberalismo democrático; utiliza los agravios históricos para atizar la lealtad al régimen; afirma que toda la actividad pública debe servir al régimen, que todo el poder debe concentrarse en el gran líder y que solo el partido oficial puede ejercer dicho poder.

1. Eleva al Estado sobre el individuo y establece un culto de personalidad. Veredicto: ¡altamente fascista! Hoy Trump es líder de un movimiento que parece secta fundamentalista. Todo se le perdona al gran líder, incluso su autoritarismo y sus tentativos crímenes. Se espera que use la maquinaria del Estado para perseguir a sus enemigos políticos y convertirse “en la venganza” de sus seguidores.

2. Glorifica el hipernacionalismo, el racismo y el poder militar. Veredicto: ¡peligrosamente fascista! Trump dice representar al verdadero Estados Unidos en contraposición de los “marxistas” y “radicales” que buscan destruirlo; ha coqueteado con el antisemitismo; y busca abusar del ejército, incluso amenazando con utilizarlo contra sus opositores.

3. Detesta al liberalismo democrático. Veredicto: ¡claramente fascista! Rechazar los resultados electorales y descarrilar la transición pacífica del poder es evidencia suficiente.

4. Utiliza agravios históricos para atizar la lealtad. Veredicto: ¡bastante fascista! Gran parte de su discurso se basa en la supuesta erosión de los valores tradicionales, religiosos y familiares; y los supuestos agravios contra la población blanca.

5. Toda actividad pública debe servir al régimen, todo el poder debe concentrarse en el gran líder y solo el partido oficial puede ejercer el poder. Veredicto: ¡algo fascista! Hasta ahora Trump no ha promovido un régimen donde todo el poder sea ostentado por él mismo, pero sí busca dinamitar cualquier contrapeso e incluso ha dicho que abusará del poder para perseguir a sus enemigos. Ha clasificado a sus opositores como “parásitos” (recuerden el genocidio de Ruanda) y considera al Partido Demócrata como una aberración de corruptos, pedófilos y marxistas.

Todo está bastante claro, pero nuestro problema es que tras años de hipérboles y exageraciones el concepto de “fascista” ha perdido prácticamente toda su fuerza. Hoy nadie se inmuta frente a las locuras de Trump, pero su amenaza es más real que nunca y sus probabilidades de ganar en 2024 son altísimas.

Recuerden que después de mentir y exagerar, Pedrito gritó una última vez: “¡Ahí viene el lobo!”, antes de ser devorado.