EDUCACIÓN DE CALIDAD

Sergio Sarmiento
Columnas
EDUCACIÓN MÉXICO

Educación, educación, educación.

Tony Blair

El 1 de octubre de 1996, cuando estaba enfrascado en un esfuerzo quijotesco por arrancar el poder a los conservadores que habían gobernado el Reino Unido desde 1979, el joven líder del Partido Laborista, Tony Blair, declaró: “Pregúntenme mis tres prioridades para el gobierno y les diré: educación, educación, educación”.

Blair era un verdadero hombre de izquierda. No pretendía castigar a los empresarios por tener éxito ni promover el odio a la clase media. Al contrario, en mayo de 1997 consiguió el triunfo en elecciones nacionales y se convirtió en primer ministro porque ofrecía un izquierdismo constructivo, con respeto a la economía de mercado y con un compromiso por mejorar la calidad de la educación.

No quiso desmantelar las reformas económicas de Margaret Thatcher, que habían transformado al país después de una declinación prolongada, sino que construyó sobre ellas. Blair, un gobernante de verdadera izquierda, de izquierda democrática, entendió que para lograr una mayor prosperidad para todos la educación era el mejor camino.

Un verdadero político de izquierda en México se habría mostrado preocupado por las pruebas PISA que se dieron a conocer el pasado 5 de diciembre. Si bien hubo descensos en muchos países, las calificaciones de los estudiantes mexicanos fueron inquietantes por sus caídas muy fuertes en matemáticas y ciencias, y una más moderada en comprensión de lectura.

El presidente López Obrador reaccionó de manera muy distinta ante estos resultados de lo que habría hecho Blair: “Nosotros no los tomamos en cuenta —dijo— porque, pues, todos esos parámetros se crearon en tiempos del neoliberalismo, del predominio del periodo neoliberal, en donde lo que querían era impulsar supuestamente la calidad de la enseñanza, la excelencia y desaparecer la educación pública, degradándola”.

Castigo y ventaja

Cerrar los ojos ante la caída en la calidad de la educación no ayudará a los niños y jóvenes que sufren una deficiente instrucción. Los parámetros internacionales de calidad educativa no son ni neoliberales ni de izquierda. China, un país con un régimen político comunista, autoritario, ha hecho un gran esfuerzo por mejorar su educación. Dos de sus ciudades, que tienen economías de mercado, Macao y Hong Kong, se han colocado en segundo y sexto lugares en las pruebas PISA 2022. Japón y Corea del sur ocupan el segundo y el tercer lugar. Singapur está en el primer puesto.

Si realmente López Obrador fuera un hombre de izquierda, si quisiera rescatar de la pobreza a los mexicanos, se preocuparía por la caída en la calidad de la educación. Vería a Singapur como un ejemplo. El país se encontraba entre los más pobres del mundo en los cincuenta, pero hoy es uno de los más prósperos, en parte porque puso énfasis en una educación de calidad.

En cambio, López Obrador ha tomado medidas para castigar en México la educación de calidad. Eliminó las evaluaciones de maestros y escuelas, que eran el único instrumento para medir el desempeño, y ahora ha lanzado un programa llamado Nueva Escuela Mexicana que pretende eliminar la competencia entre estudiantes y las aspiraciones individuales para progresar.

Esto no es ser izquierdista, sino condenar a los pobres a seguir en la pobreza. Es castigar a los estudiantes de escuelas públicas y dar ventaja a quienes asisten a colegios privados. Se trata de una política reaccionaria.