El reciente Apple Music Replay no fue una celebración sino una confirmación de la crisis creativa que atraviesa la industria: las cinco canciones más escuchadas del año eran hits de 2024. Desde Birds of a Feather hasta APT, la lista evidenció un vacío en el presente. La industria no logró producir un solo himno fresco y masivo, 2025 se consumió en la repetición. Pero la pregunta más relevante es: ¿por qué la máquina de crear música se detuvo por completo este año?
Esto no es solamente un fracaso de los artistas sino el síntoma de una enfermedad estructural donde la innovación se ha rendido ante la falta de creatividad y los ahorros en el proceso de la creación de arte.
Uno de los principales culpables de esta sequía musical es el uso de Inteligencia Artificial (IA), tema que profundicé en algunas de mis columnas de meses anteriores. Si una pieza algorítmica puede emular la complejidad de un riff de King Gizzard o la orquestación de un clásico, las disqueras no necesitan invertir en la creatividad ni en la experiencia.
Al mismo tiempo, la industria no está enfocada en crear nuevos hits humanos porque está demasiado ocupada debatiendo y luchando por la regulación. La IA no solo amenaza el futuro laboral de los artistas con el deepfake y el plagio masivo, sino que drena la energía y los recursos de las disqueras, desviando la atención del artista y su repertorio tradicional hacia la defensa legal y la tecnología.
A esta inercia económica se suma el factor que yo he llamado el agotamiento de la crítica. La conversación musical actual está minada por la toxicidad. La exigencia, que antes era una muestra de amor profundo por el arte, hoy se etiqueta automáticamente como hate. Este fenómeno crea una prensa complaciente que se niega a desafiar a los grandes músicos y elogia cualquier producto que lancen. La ausencia de crítica honesta elimina la presión para la excelencia y convierte la mediocridad en la norma.
¿Condenados?
El Apple Music Replay de este año no es un recuento sino una advertencia. Nos muestra que la música se ha convertido en un campo de batalla donde la creatividad humana es la primera víctima.
¿Acaso el futuro de la música se limitará a una rotación infinita de lo que ya sabemos que funciona?
No se trata de añorar el pasado sino de demandar el futuro. Si la música con alma, vicios y la imperfecta genialidad humana no se defiende con exigencia, 2026 será otra lista de ecos lejanos, y estaremos condenados a escuchar el replay de años anteriores.

