MÉXICO EN EL COMANDO NORTE

Javier Oliva Posada
Columnas
Copia de COLUMNAS (1920 × 1080 px)-11.png

Creado el 1 de noviembre de 2002, el Comando Norte forma parte de los nueve comandos militares unificados de carácter geográfico, más otros dos, cuya misión es resguardar la Seguridad y Defensa de Estados Unidos y sus aliados en el ciberespacio y en el espacio sideral.

El diseño de esta estructura de administración militar con alcance planetario fue una contundente respuesta al gran desafío que lanzó el terrorismo internacional luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en ese país.

De entonces a la fecha, y con el desarrollo de dos guerras simultáneas en Irak y Afganistán, las Fuerzas Armadas de EU, bajo la conducción del Estado Mayor Conjunto y el Departamento de Defensa, ambos subordinados a las órdenes del presidente en turno, han sido partícipes de una larga lista de escenarios bélicos como Siria, Libia, en el norte de África y en varios países del sur-sureste de Asia. La relevancia que tienen los comandos militares unificados es que se encargan de forma directa de analizar las condiciones militares, por supuesto, pero también de observar de cerca lo que la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) anunció en su reunión de los días 11 y 12, en Vilna, Lituania, y que en este mismo espacio comentamos: Rusia y China se concretaron como adversarios georregionales.

Confianza

Sirva lo anterior como una breve introducción a la intensa polémica que genera en nuestro país el planteamiento y propuesta formal por parte de algunos congresistas republicanos y unos pocos demócratas para que México salga del Comando Norte y sea adscrito al Comando Sur.

De manera desafortunada, un planteamiento de esta naturaleza implica una decisión de fondo y de carácter estructural, con la intención de ser adoptado en medio de un intenso y polarizado clima electoral presidencial, tanto en Estados Unidos como en México. Sin duda, el debate es una preciada “munición” para la radical plataforma ideológica del Partido Republicano en general.

Sin embargo, además de los argumentos esgrimidos para ese ajuste geopolítico y militar, debemos evaluar las condiciones de los aspectos redituables y de las desventajas para un paso de esa naturaleza. De manera específica: ¿qué gana y qué pierden EU, sus Fuerzas Armadas y su política de Seguridad Nacional con la eventual salida y paso de México del Comando Norte al Comando Sur? Ahora bien: ¿qué gana y qué pierde México en ese mismo proceso?

Nadie en un análisis serio puede negar que la posibilidad del referido ajuste significa una afectación de fondo a los juegos internacionales y de equilibrio diplomático-militar, con una guerra en curso donde una de las potencias georregionales y de proyección mundial participa de forma directa y en primera línea. Por supuesto, me refiero a la invasión de Rusia a Ucrania, que lleva más de 500 días en curso y los que faltan.

¿Es un buen momento para Washington el cambio de adscripción de uno de los tres países que a nivel continental forman parte de Norteamérica? Recordemos que la inclusión de México o de cualquier otro país al comando estadunidense correspondiente conlleva una serie de acuerdos e intercambios en materia militar, donde la recíproca confianza es la base de la cooperación.

He propuesto en otros momentos el concepto de Diplomacia Militar como un recurso analítico que permite profundizar en los efectos que esta tiene en otros ámbitos de la diplomacia en general. En este caso es un recurso metodológico que puede contribuir a esclarecer la condición del debate suscitado por el hipotético paso de México al Comando Sur. Volveré sobre el tema.