Andrés Manuel López Obrador prometió un gobierno que, para el bien de todos, pusiera primero a los pobres. Ofreció presidir un régimen de austeridad republicana, pero después dijo que no era suficiente y lo cambió a pobreza franciscana. Constantemente hizo gala de su propia pobreza. Presumía que solo llevaba 200 pesos en el bolsillo y que no tenía propiedades. Era sabido que tenía un rancho en Palenque, en el que vive en la actualidad, pero lo puso a nombre de sus hijos. Su apartamento en el sur de la Ciudad de México estaba a nombre de su esposa. “No tengo tarjeta de crédito, no tengo cuenta de cheques desde hace muchos años”, dijo.
La realidad se fue revelando poco a poco. No tener cuentas bancarias era una forma de evadir impuestos. Durante décadas recibió su paga en efectivo. Su movimiento obtenía dinero de distintos grupos y asociaciones, siempre en metálico. El procedimiento lo describió Elena Chávez, esposa de uno de sus colaboradores cercanos, en el libro El rey del cash. Con el tiempo surgieron videos de cómo un colaborador de Manuel Velasco, gobernador de Chiapas, entregaba sobres amarillos con dinero a Pío y Martín López Obrador, hermanos de Andrés Manuel, quien públicamente reconoció que eran aportaciones para “el movimiento”. Esas aportaciones eran formas ilegales de financiamiento para un partido político.
No hay indicaciones de que López Obrador se haya enriquecido como candidato o como presidente. Es verdad que no se sabe actualmente de qué vive, considerando que él mismo eliminó las pensiones de los expresidentes, pero no parece que lleve en su rancho de Palenque (que ya no es suyo) una vida de lujos. Muchos de quienes lo rodean, sin embargo, han reunido enormes fortunas mientras ocupaban posiciones de poder.
Riqueza personal
Ahí está el caso de Adán Augusto López Hernández, quien de ser gobernador de Tabasco pasó a la Secretaría de Gobernación del gobierno federal, fue incluido en la lista de corcholatas de la sucesión presidencial, y terminó como coordinador de los senadores de Morena. En 2023 y 2024, además de sus ingresos por sus puestos oficiales, recibió 79 millones de empresas privadas. José Ramiro López Obrador, hermano del expresidente, actualmente secretario de gobierno de Tabasco, adquirió 13 ranchos, nueve durante la presidencia de su hermano. Los hijos del expresidente, Andrés Manuel y José Ramón López Beltrán, también de origen humilde, hoy hacen despliegues públicos de riqueza personal. Gerardo Fernández Noroña, quien se enorgullecía de su pobreza, y en una ocasión se negó a pagar siete pesos para usar el baño de una gasolinera y prefirió orinar en una coladera, hoy ha podido comprar una casa de doce millones de pesos en Tepoztlán y hace gala de una vida de lujos.
No son los únicos que se han enriquecido, pero sería injusto no señalar que muchos funcionarios sí han mantenido una vida modesta. Quienes manchan a este gobierno son los que han elegido el poder público como camino a una riqueza personal.
Quizá el expresidente López Obrador no haya estado involucrado en estos turbios negocios, pero es claro que no escuchó las voces de alerta que se multiplicaban por doquier. Incluso los miembros de su movimiento denunciaban las tropelías de los pillos. Hoy la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, escucha también los cuestionamientos de quienes se han enriquecido con el discurso de “Primero los pobres”. No debe hacerse de la vista gorda sino tomar medidas para construir un gobierno de honestidad valiente.

