EL LEÓN DE MADERO

Sergio Pérezgrovas
Columnas
LEÓN DE MADERO

El león no es como lo pintan.

El nombre de la Ciudad de México lo otorgó Hernán Cortés, quien estableció aquí la capital de la Nueva España. Esta tiene muchos secretos que están a la vista de las personas.

México es una república federal que proclamó su independencia de la madre tierra el 28 de septiembre de 1821. En 1823, al concluir el primer Imperio Mexicano y como proclamación de la república federal el 18 de noviembre de 1814, el Congreso decidió fundar el Distrito Federal para que aquí estuvieran los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

En la ciudad hay una marca de agua que da cuenta de la inundación causada por una lluvia torrencial que duró varios días, comúnmente conocida como el diluvio de San Mateo. Era 1629: del 21 al 24 de septiembre no paró de llover. Según un registro histórico perdieron la vida 30 mil personas y el agua permaneció por más de cuatro años.

La marca de la altura del agua, que subió dos metros, se ubica en la calle de Madero, en la esquina actual de la calle Motolinía, y se le conoce coloquialmente como el León de Madero.

El antiguo cronista de la ciudad, Salvador Novo, explica en su crónica Nueva grandeza mexicana, publicada en 1946: “Echamos a andar por Madero para ver el Palacio de Iturbide, el de los Azulejos, el mascarón que indica en Motolinía (antes Espíritu Santo) el dudoso nivel al que llegó el agua durante la inundación del aguacero de San Mateo en septiembre de 1629”. En el momento en que Novo escribe esto había poca información; fue hasta 1975, con una investigación de Richard Everett, que se conoció lo que realmente ocurrió.

Hay que recordar que en el primer cuadro de la ciudad, donde se encuentran estas calles, había cinco diferentes lagos, lo que hizo que la inundación durara tanto. Lleva el nombre de San Mateo porque cuando comenzó el diluvio era el día de ese santo. Al parecer, y según los estudios, la única zona que quedó libre fue la del Templo Mayor, por lo que empezaron a llamarla Isla de los Perros, donde se refugiaron estos animales.

A esto se sumó la migración de dos mil familias que dejaron la ciudad. El nivel del agua bajó hasta 1634.

Hay una piedra labrada con cabeza de león en la esquina de Madero y Motolinía, que es la marca que dejó la inundación. El león sigue ahí, bastante desgastado, considerando que lleva más de 400 años en esa posición, lo que es un milagro arquitectónico. Es una de las tantas curiosidades que hay en esta cosmopolita ciudad; pasar a verla no cuesta nada.

Ahogados

Era el 21 de septiembre, día de San Mateo. En la esquina de Madero y Motolinía comenzaron a aparecer varios cuerpos. Los lugareños no daban crédito; llegaron a juntar a unos 200, entre hombres, mujeres, niños y algunos animales, todos con las mismas características. Al principio parecía un suicidio colectivo por parte de alguna secta religiosa, como las que pululan por la gran ciudad. El departamento de seguridad no sabía qué hacer. Todos los cuerpos estaban empapados y con ropas muy antiguas, como de otra época.

El único que podía dar con lo que ahí pasó era el buen Tristán, así que lo llamaron para que fuera al lugar. El olor fétido y de descomposición era insoportable.

Cuando llegó, vio que la mayoría de los cuerpos estaban debajo del León de Madero, una vieja historia que su padre le había contado acerca de una inundación que ocurrió. Así que pidió ambulancias para poder llevarse a todos los cadáveres a la morgue más cercana. Luego llamó a su amigo el forense, quien determinó que todos los muertos fueron ahogados. Después, con su amigo de la Universidad Autónoma, el maestro Iván López Gallo, le contó la historia que había ocurrido 400 años atrás. Lo llevó a donde se encontraban los cuerpos. Por la ropa, el historiador le afirmó que eran de ese periodo y que en 1629 hubo en la ciudad un diluvio que duró varios días. Trataron de hacer algunas pruebas de ADN, pero los resultados fueron infructuosos, aunque lo que sí notaron fue que los muertos tenían más de 400 años. Curiosa es la vida de la ciudad.