FRANKENSTEIN: EL MONSTRUO DE LA POLARIZACIÓN

“Su violencia es el reflejo exacto de la nuestra”.

FRANKENSTEIN
Columnas
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El estreno de Frankenstein bajo la mirada de Guillermo del Toro nos da una excusa perfecta para hablar del poder de lo fantástico. No como escapismo, sino como una forma radical de revelación. Como se plantea en el libro Las fábulas mecánicas, dedicado a la obra del cineasta, lo fantástico no es lo contrario de la realidad, sino una herramienta para ampliarla, para decir lo que no se puede decir de forma directa. Es una vía para contar verdades que, de tan brutales o complejas, solo pueden ser abordadas a través del símbolo, la alegoría o el mito.

Durante décadas las llamadas monster movies han cumplido ese rol. Lejos de ser simples películas de gritos, sangre o efectos especiales, han funcionado como parábolas sociales. Han canalizado —y a veces exorcizado— los miedos colectivos de cada época. King Kong fue el temor a lo salvaje e incontrolable de la naturaleza. Godzilla, la pesadilla atómica después de Hiroshima. Y en 2025 Frankenstein, la criatura concebida por Mary Shelley en 1818, sigue siendo quizás el monstruo más vigente de todos.

¿Por qué? Porque Frankenstein no es simplemente una historia de ciencia desbocada; es una advertencia contra la arrogancia del creador y un espejo de la exclusión. La Criatura se vuelve violenta por el rechazo absoluto de la humanidad, convirtiéndose en el símbolo del marginado en un mundo polarizado. Actualmente, donde las diferencias ideológicas o sociales se traducen en aislamiento, censura y odio, la Criatura es, literalmente, el ser que creamos al condenar al que piensa distinto. Es el monstruo que fabricamos con nuestra propia falta de empatía y polarización.

Pero la novela nos exige ir más profundo. El doctor Victor Frankenstein, brillante y ambicioso, es la perfecta metáfora de nuestra soberbia social: jugamos a ser dioses al construir sistemas y narrativas sin ser conscientes de las consecuencias. La Criatura es, entonces, el resultado de que nuestra sociedad, al darle la espalda al que no encaja, lo está armando. No es su aspecto lo que asusta; es saber que su violencia es el reflejo exacto de la nuestra.

Indiferencia social

La lección de Shelley es una advertencia explícita: el verdadero peligro de jugar a ser Dios no está en el acto de la creación, sino en el momento del abandono. Cuando el creador le da la espalda a su obra, esa criatura no desaparece, sino que se nutre del resentimiento y se voltea en cualquier momento para exigir justicia.

Con esta nueva versión, Guillermo del Toro —quien siempre ha dignificado a los monstruos— nos invita a mirar ese espejo de nuevo. Porque el verdadero terror ya no está en la pantalla: está en el mundo que estamos creando y abandonando ante la indiferencia social. Y lo más aterrador es que sabemos perfectamente que el monstruo, tarde o temprano, va a tocar la puerta. Y cuando eso pase no podremos fingir sorpresa, porque fuimos nosotros quienes lo trajimos al mundo.

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