LOS EXÓTICOS

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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Cualquiera que sea la libertad por la que luchamos debe ser una libertad con base en la igualdad.

Judith Butler

El término “exótico” en la lucha libre se refiere a los luchadores que representan la homosexualidad, tanto en su manera de luchar como en sus ropas. Este nombre data de los cuarenta. En esa época y hasta cerca de la mitad del siglo XX los exóticos eran menospreciados por considerárseles bufones y vulgares, además de sufrir discriminación de género. El primer exótico en México fue Rudy Reyna, no solo por ser un buen luchador sino también por asumir su homosexualidad.

Saúl Armendáriz, mejor conocido como Cassandro, fue el exótico que llegó a ser campeón mundial de peso ligero por la Asociación Universal de Lucha Libre (UWA), en noviembre de 1992. Él nació en El Paso, Texas. Comenzó su carrera cuando tenía 18 años con el nombre de Míster Romano. El maestro de Saúl fue Rey Mysterio y le apodaron así para que, según palabras del propio luchador, no se le tuviera miedo, pero con eso no se sentía a gusto.

A los seis meses Saúl se quitó la máscara y se hizo exótico. Buscó un nombre que no fuera totalmente femenino ni masculino y optó por el de Cassandro, con base en una telenovela de la época llamada Kassandra. Al cabo de un año y medio con su nueva identidad tuvo la oportunidad de enfrentarse a El Hijo del Santo (nada que ver con el carisma y personalidad del verdadero Santo).

Cassandro, con una vida de abusos sexuales desde la infancia y una inestabilidad emocional, una semana antes de enfrentarse en el Pancracio trató de suicidarse.

El encuentro se llevó a cabo el 28 de enero de 1990 en la Arena Pista Revolución y fue considerado como una de las mejores luchas del año. Aunque Cassandro perdió, su carrera se vio en ascenso, hasta que en 1992 se coronó campeón.

No todo fue éxito para el luchador, ya que después de ganar el campeonato su madre falleció y fue cuando tocó fondo con el alcohol y las adicciones.

Estuvo en la cárcel. “Saúl me quiere salvar, pero Cassandro me quiere matar”, afirmó en una entrevista. Ingresó en el Salón de la Fama de la AAA. También es reconocido por la exhibición que dio en el Museo del Louvre, en París, y la revancha contra El Hijo del Santo, donde perdió la cabellera en 2007.

En las plataformas hay una película que se estrenó recientemente con el título de Cassandro. Gael García Bernal lo interpreta y muestra solo un poco la vida de este singular luchador. La cinta es bastante mala, con una producción muy mediocre y, en algunos momentos, pobre. Aunque la actuación de Gael es inmejorable, es una película de luchadores donde no hay buenos ni malos, solo seres humanos y sus conflictos, donde se reivindica la figura de ellos.

Para los amantes del género: no la vean. No hay momias viniendo hacia la pantalla, ni mujeres vampiro, ni zombies y mucho menos Frankenstein (el luchador pelón que salía en todas las películas). Pero para aquellas personas interesadas en ver un análisis sociológico del comportamiento humano es una propuesta diferente.

E insisto: lo que más vale la pena es la actuación de Gael y de Joaquín Cosio. También aparece en la pantalla Bad Bunny. Está dirigida por Roger Ross Williams y cuenta además con las actuaciones de Raúl Castillo, Roberta Colindrez y Perla de la Rosa.

Mallas rosas

En la Arena Pista Revolución, en la Colonia Nonoalco, dentro de la entonces delegación Benito Juárez, hubo una riña entre luchadores. A Tris, quien acababa de salir de la escuela de policía, le asignaron el caso. Había un apuñalado en la espalda, lleno de mordeduras, pero aún con vida. En el otro extremo de los camerinos se encontraba Rudy El hermoso, todavía con sangre en la boca y muy enfadado.

Tris le preguntó qué había pasado y el luchador le contestó:

—El muy ingrato no me quiso prestar sus mallas rosas. Yo le había dado todo mi maquillaje, pero se puso como una perra. Me comenzó a gritar que era una cualquiera. Eso no me importó, total, yo soy mejor que esa. Pero cuando no aguanté más fue cuando tomó sus mallitas rosas y se las puso en la cabeza, como simulando una máscara. Fue ahí cuando se las arranqué y lo comencé a morder.

—Bueno, ¿y la cuchillada por qué?

—Para que la desgraciada no se le olvide que a mí me encanta el color rosa.