AMABLE INCLUSIÓN

Inclusión
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La amabilidad es como una almohadilla que, aunque no tenga nada por dentro, por lo menos amortigua los embates de la vida.

Arthur Schopenhauer

La amabilidad viene en diferentes formas: puede ser enviando un mensaje a una persona que lo necesita, ayudando a un niño a cruzar la calle, pasando un sábado plantando árboles o simplemente estando presente cuando alguien vive un momento complicado.

Si bien la amabilidad es algo que se puede enseñar, también es algo que desde niños podemos percibir a través de las palabras. Las palabras no siempre transmiten solo su significado literal, sino que las expresiones que elegimos también pueden indicar nuestros valores, actitudes y relaciones con los demás. Decir “todos cometemos errores”, puede sugerir una mayor comprensión que la frase “has cometido un error”, indican Ariana Orvell, sicóloga social, y su equipo.

De acuerdo con ellos, pequeños cambios podrían influir en la forma en la que los niños entienden las intenciones de los demás. Los investigadores estudiaron cómo este sutil cambio en el lenguaje puede influir en la comprensión de la amabilidad por parte de los menores y descubrieron que los niños prestan mucha atención a este indicio y lo utilizan para juzgar el grado de amabilidad, compasión y consideración de una persona y para decidir a qué grupos creen que pertenecen.

En el estudio, publicado en la revista Journal of Experimental Psychology, los investigadores realizaron diversos experimentos. En el primero querían averiguar si la forma en que se describe un acontecimiento puede indicar a los niños que una persona es amable y está dispuesta a ayudar a quien lo necesita.

Participaron 173 menores y escucharon dos historias breves sobre un niño llamado Sam, quien había derramado agua sobre unas tarjetas. Cada cuento era narrado por un profesor utilizando un lenguaje específico —“a veces a Sam se le caen las cosas”— o general —“a veces a ti se te caen las cosas” o “a veces a nosotros se nos caen las cosas”—.

Después de cada historia preguntaban a los niños si creían que la profesora era buena o mala, en qué medida culpaba a Sam de lo sucedido y cuántas tarjetas creían que le iba a dar a Sam.

Implicaciones

El uso de un lenguaje genérico (tú y nosotros) influyó significativamente en los juicios de los niños; los participantes pensaron que la profesora era buena en lugar de mala 94% de las veces que utilizó pronombres genéricos para describir el accidente, frente a 64% de las veces que utilizó el nombre del niño.

También la veían menos culpable y más dispuesta a repartir nuevos recursos cuando utilizaba tú y nosotros, en lugar del nombre en específico.

Curiosamente, los niños respondieron de forma similar al uso de tú y nosotros, sin mostrar diferencias significativas en su interpretación de ambos, algo que los investigadores analizaron más a fondo en el siguiente estudio.

Esta vez 100 menores escucharon clips de otros niños en actividades escolares descritas de forma genérica (nosotros/ustedes nos lavamos las manos antes de comer) o específica (yo me lavo las manos antes de comer). Uno de los interlocutores fue descrito como generoso y cariñoso, el otro como egoísta. Una vez más, el lenguaje genérico influyó en las percepciones. Cuando se utilizó nosotros o tú, los menores identificaron al niño generoso como el que hablaba 96% de las veces, frente a 83% cuando se utilizó yo o mí.

Los resultados sugieren que incluso pequeños cambios en el lenguaje pueden influir poderosamente en la forma en que los niños entienden las relaciones sociales y el carácter moral. El equipo sostiene que esto podría tener implicaciones significativas a la hora de comunicar valores a los niños pequeños: decir “cuando herimos los sentimientos de alguien, preguntamos cómo podemos mejorarlo”, por ejemplo, en lugar de utilizar pronombres específicos e individualistas.

Y tú, ¿practicas la amabilidad con inclusión?

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