Luego de la más reciente llamada telefónica entre la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y el presidente Donald Trump, ambas partes anunciaron que se llegó a un importante acuerdo en materia de seguridad binacional, auspiciado por la grave situación de salud pública y violencia criminal que afecta tanto a Estados Unidos como a México.
Desde aquella octava comunicación entre Palacio Nacional y la Casa Blanca, sin embargo, no ha habido más que algunas tenues alusiones y especulaciones sobre el contenido del referido acuerdo de seguridad.
Pero desde México, como sociedad y gobierno, sí pueden apuntarse algunos aspectos fundamentales para que la seguridad binacional alcance niveles de cooperación, entendimiento y, sobre todo, que traiga a las partes la estabilidad necesaria como espacio geopolítico clave en el concierto mundial de intereses.
Conforme a los datos oficiales desde nuestro país, entre siete y ocho armas que son incautadas tanto en lugares de comisión de delitos o en cateos fueron vendidas en armerías de los estados fronterizos de Estados Unidos. Sobre todo, en California, Arizona y, desde luego, Texas.
Ahora: no solo son las armas, sino los pertrechos. Es decir, balas o municiones, aditamentos para potenciar la capacidad y cadencia de fuego, otros implementos como equipo táctico e incluso armamento propiamente de guerra: lanzagranadas, fusiles como los Barret, entre otros.
Desde luego, y conforme a la historia de Estados Unidos, la posesión de armas es un derecho ciudadano constitucional. Eso lo sabemos, por lo que la posición del gobierno mexicano debiera apuntar al control y no a la prohibición de la venta de armas. En este sentido, incluso la sociedad estadunidense se vería beneficiada de poder controlar y prevenir las frecuentes masacres que se cometen en ese país.
Migración
El acuerdo de seguridad binacional debe tener por objetivo, como en cualquier negociación, que ambos países y sociedades ganen. De otra manera será un intento más de la administración Trump por imponer y, por tanto, beneficiar sus intereses en detrimento de las contrapartes. Ahí están, por ejemplo, las recientes e intensas negociaciones desfavorables para Ucrania con miras a terminar con la invasión de Rusia. Todo parece indicar que la propuesta final desde Washington será que Kiev ceda el territorio hasta ahora controlado por el Ejército ruso y además renuncie a cualquier posibilidad de ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). ¿Y Rusia? Hasta el momento no se sabe bien a bien en que cedería en dicha negociación.
Siguiendo con el probable acuerdo de seguridad binacional, nuestro país también puede y está en condiciones para establecer un acuerdo migratorio que traiga certidumbre legal tanto a nuestros connacionales como a los empleadores estadunidenses. En la naturaleza de la especie humana uno de sus rasgos distintivos es la migración. Ni muros ni patrullajes ni deportaciones podrán parar esa dinámica. Es mucho mejor acercar posiciones y contar con una migración ordenada y, sobre todo, que respete los derechos de quienes solo pretenden trabajar de manera honrada y mejorar su calidad de vida y de sus familias.
Muchas de las arbitrarias deportaciones, incluso reconocidas por las autoridades estadunidenses, son una fehaciente muestra de que esas acciones no contribuyen a mejorar las relaciones entre ambos países y afectan la productividad y el comercio interno y externo de ese país.
Estaremos atentos al anuncio del acuerdo de seguridad binacional y de su contenido.