JUNTOS CONTRA LOS NARCOS

“Los últimos episodios de una guerra verbal que vemos desde hace mucho”.

Sergio Sarmiento
Columnas
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Lo peor que podemos hacer los mexicanos y los estadunidenses es pelearnos en el tema del combate al narcotráfico. A fin de cuentas, a los dos países nos conviene atacar de raíz este problema. El tráfico de drogas, y en particular el de fentanilo, que ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años, es un mal que nos afecta a ambos.

Desde hace muchos años los dos gobiernos se quejan de la actitud del otro en este esfuerzo. En la Unión Americana los políticos critican la falta de eficacia de las policías mexicanas en la lucha contra los narcotraficantes. También acusan a los policías mexicanos de estar en el bolsillo de los narcos o en franca colaboración con ellos. Los mexicanos, en cambio, cuestionan el consumo insaciable de drogas por parte de los estadunidenses, o el hecho de que las armas que los criminales usan en México, un país en el que están fuertemente reguladas, proceden de Estados Unidos, donde el comercio de las armas goza de garantías constitucionales.

Todas estas críticas tienen algo de razón, pero la realidad es que ni México ni EU pueden enfrentar el narcotráfico por separado. La causa fundamental de este comercio ilícito es, por supuesto, la demanda de los consumidores norteamericanos. Sin esa demanda, el mercado no existiría, ya que el consumo de los mexicanos, si bien ha crecido a lo largo de los años, sigue siendo muy inferior al de los estadunidenses. La otra causa de fondo, sin embargo, es la propia prohibición. Desde hace muchos años ha quedado claro que prohibir es la peor estrategia posible para regular un producto por razones de salud.

Demanda

Se entiende la exasperación de las autoridades estadunidenses ante la ineficacia y la corrupción de las policías mexicanas. Pero esta no debe sorprender. México sufre de una impunidad casi total en la mayor parte de los delitos que se cometen. No es de hoy, sino de siempre. Esto se debe en parte a los escasos recursos con los que cuentan los cuerpos policiales de nuestro país. Ningún gobierno mexicano ha tenido la voluntad o los recursos para cambiar esta situación.

Las acusaciones mutuas en este tema las hemos tenido desde hace mucho tiempo. No olvidemos el secuestro en México en 1990 del doctor Humberto Álvarez Machaín, a quien acusaban de haber participado en la tortura de Enrique Camarena, un agente de la DEA. Al final los tribunales estadunidenses lo liberaron. Las declaraciones que hemos visto en las últimas semanas, del representante Dan Crenshaw de Texas y otros políticos estadunidenses y del propio presidente mexicano, no son más que los últimos episodios de una guerra verbal que vemos desde hace mucho tiempo. Cada uno de los políticos, por supuesto, quiere promover su agenda electoral… y mostrarse duro frente a los extranjeros es una forma de hacerlo. Pero al final los intercambios de descalificaciones no ayudan en nada.

México no tiene posibilidad de enfrentar a las bandas del crimen organizado sin los recursos, la experiencia y la tecnología de las agencias estadunidenses. EU no tiene manera de detener el flujo de drogas sin una colaboración muy estrecha con las autoridades mexicanas. Aun con la colaboración más eficiente, será muy difícil detener el flujo de un producto prohibido por el que hay una fuerte demanda en la Unión Americana. Pero sin ella, más vale reconocer que no se puede lograr nada en este esfuerzo.