EL CIEGO QUE PODÍA VER

Sergio Pérezgrovas
Columnas
CIEGOS

¿Cuántos ciegos serán precisos para hacer una ceguera?

José Saramago


Kuda Bux, un ilusionista nacido en Pakistán en 1905 y fallecido en 1981, era mejor conocido como el hombre que podía ver sin sus ojos. Realizaba actos como caminar sobre carbón ardiente y fuego, leer con los ojos vendados y atravesar paredes.

Esta asombrosa historia fue capturada por el escritor Roald Dahl, quien además de ser un piloto de guerra inglés en la Segunda Guerra Mundial también era conocido por sus obras, como Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda y Los gremlins, así como por colaborar en una de las primeras secuelas de James Bond, Solo se vive dos veces, con Sean Connery, y en la película Chitty Chitty Bang Bang, de Ian Fleming.

Se calcula que a lo largo de su extensa carrera Dahl escribió un total de 992 títulos (el cabrón escribía todo el puto día).

Pero volviendo al mago Kuda Bux, mientras Dahl pilotaba su Gladiator el 19 de septiembre de 1940, sin gasolina en el tanque de su avión, tuvo que aterrizar en el desierto. Al momento de tocar tierra el tren de aterrizaje chocó con una piedra y la nave se estrelló.

Dahl sufrió una fractura craneal, se rompió la nariz y perdió la visión. Logró salir arrastrándose del avión en llamas y se desmayó. Su primer escrito fue precisamente sobre esta experiencia. Fue rescatado y recibió los primeros auxilios, pero no recuperó la vista. Fue llevado al hospital de la Royal Navy en Alejandría, donde se enamoró de una enfermera llamada Mary Welland, siendo ella la primera persona que vio cuando recuperó la vista después de ocho semanas de ceguera.

Aunque los doctores afirmaron que nunca volvería a pilotar un avión, en febrero de 1941 Dahl fue dado de alta y regresó a volar.

La maravillosa historia de Henry Sugar es uno de los siete cuentos escritos en 1977 y publicado por Jonathan Cape que no es un libro para niños. En el cuento se narran las peripecias de un rico millonario que estudia, por azares del destino, cómo ver sin ver.

Wes Anderson, el cineasta texano, escribió y dirigió esta puesta en escena que se estrenó en septiembre de 2023 con la participación de Benedict Cumberbatch, Ralph Fiennes, Dev Patel y Ben Kingsley. La duración de la obra es de 39 minutos y es la primera de cuatro cuentos adaptados.

Realmente es una obra maestra con monólogos saturados y movimientos escenográficos maravillosamente efectuados. No voy a revelar más detalles, pero para los cinéfilos y cineastas es un ejercicio visual abigarrado, pero difícil de olvidar.

No se lo pierdan por nada del mundo; es una de esas joyas que de repente aparecen en la plataforma Netflix.

Robo

En el Palacio de Correos, ubicado en el primer cuadro de la Ciudad de México, en la puerta principal solía sentarse un viejo ciego que, al pasar por allí, lograba ver todo lo que ocurría; incluso si había turistas guapas podía describir con lujo de detalle hasta su ropa interior. Era uno de los atractivos de la zona y por unas cuantas monedas te describía perfectamente.

Una tarde, alrededor de las 6 pm, ocurrió un robo a unos transeúntes gringos: un hombre y una mujer fueron asaltados por dos sujetos. El ciego veía todo. Uno de los asaltantes sacó un cuchillo y apuñaló brutalmente al norteamericano cuando este intentaba defender a su novia, quien lloraba desconsoladamente.

Llamaron a Tris y preguntaron si alguien había visto algo; el ciego describió a los asaltantes, cómo estaban vestidos y que el asesino llevaba una cachucha del América y una camiseta del campeón mexicano. Además, les explicó que los conocía y sabía dónde solían esconderse.

A unas cuadras de allí había una vecindad que el empresario Carlos Slim no pudo comprar porque estaba intestada y los dueños no querían venderla barata. Tris, el detective, entró sigilosamente. El ciego le dijo que los asaltantes estaban en el cuarto número tres, que eran dos y que vivían solos.

En el pasillo no había nadie, así que fue fácil llegar hasta la puerta y entrar en la habitación. Los dos asaltantes estaban sentados. Tris desarmó al primero, quien trató de atacarlo con otro cuchillo, pero él lo esquivó y logró desarmarlo, clavándole el arma en la garganta. Luego fue con el fanático del América y, con el cuchillo que le quitó al primero, lo apuñaló repetidamente: primero en el ojo izquierdo, luego en la garganta y finalmente en el plexo. Le dio 40 puñaladas, la misma cantidad que el asesino le había dado al pobre gringo. Nadie oyó nada. Limpió sus huellas y salió sin preocupación.