LA GUERRA ES LA VICTORIA

“El vencedor será el que logre sus objetivos políticos”.

Juan Pablo Delgado
Columnas
GUERRA POLÍTICA

Empecemos sin rodeos: ¿quién ganará el conflicto en Oriente Medio? Para la mayoría de los analistas la respuesta resulta obvia: Israel tiene el poder militar para arrasar con Hamás y todas sus huestes terroristas. Suena sencillo, ¿verdad? ¡Pues no tan rápido!

El historiador Yuval Noah Harari escribió recientemente en The Washington Post una columna con un título provocador: ¿Estará ganando Hamás la guerra? Su argumento para justificar esta polémica es bastante simple: nos recuerda la máxima de que “la guerra es simplemente la continuación de la política por otros medios”.

Bajo esta óptica, todos los discursos incendiarios y acciones bélicas de ambos bandos se vuelven secundarios, por no decir irrelevantes. Por ejemplo, sabemos que Israel ha prometido destruir por completo a Hamás, lo cual es prácticamente imposible: los grupos terroristas no se destruyen, soolo se transforman; y como ejemplo tenemos a Al-Qaeda, expulsado de Afganistán para ahora dominar grandes áreas del Sahel y Oriente Medio. Por su lado, Hamás dice que quiere destruir a Israel; algo que resulta completamente absurdo e irrealizable.

Como indica Harari, el vencedor “no es el lado que mata a más personas, ni el que destruye más casas y ni siquiera el lado que obtiene más apoyo internacional: será el que logre sus objetivos políticos”.

Así que hagamos un análisis de esos objetivos políticos para ver si alguna de las partes se encuentra más cercano a la victoria.

Preguntas

¿Qué quiere Hamás? La respuesta es muy simple: evitar la paz.

En los últimos años Israel comenzó a normalizar relaciones diplomáticas con diversos países islámicos, principalmente con los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. Previo a los ataques del 7 de octubre, Tel Aviv se encontraba en conversaciones (muy avanzadas) con Arabia Saudita para firmar un tratado de paz y cooperación. Concretar este pacto hubiera significado un reacomodo histórico en el equilibrio geopolítico de Oriente Medio, donde los mayores perdedores serían Irán (enemigo acérrimo de los saudíes) y Hamás, que mantiene que Israel es una creación espuria y una aberración histórica.

Así que desde un punto de vista exclusivamente político, el ataque de Hamás es una jugada maestra. En el corto plazo no solo ha descarrilado la normalización diplomática con Arabia Saudita, sino que también ha hecho sobrerreaccionar a los israelíes causando una pesadilla diplomática con la comunidad internacional. En el largo plazo ha sembrado “semillas de odio” en las mentes de millones de palestinos y musulmanes en general, impidiendo lograr algún tipo de paz “para las futuras generaciones”.

¿Y qué podemos decir de los objetivos políticos de Israel? Aquí encontramos el mayor problema. ¡No existen! Todas las acciones del gobierno de Benjamín Netanyahu juegan en las manos de Hamás: la invasión causará más destrucción y muerte, lo cual creará mayor resentimiento y alejará aún más un proceso de paz.

Y auun cuando logre Israel a 100% sus objetivos militares (que sería una victoria táctica, más no política), surgen muchas dudas importantes en el corto plazo: ¿quién se hará cargo de gobernar Gaza?; ¿quién garantizará la paz social y la gobernabilidad?; ¿quién se encargará de los cientos de miles de refugiados?

Pero los problemas aumentan en el mediano plazo: ¿tiene Israel algún plan para rescatar el acuerdo de paz con Arabia Saudita?; ¿existe algún plan para lograr una paz integral con los palestinos?; ¿hay alguna estrategia para normalizar las relaciones con el mundo árabe?

Hasta el momento todas estas preguntas se están respondiendo en negativo. El gobierno de Tel Aviv parece enfocado soolo en exterminar a Hamás, algo que —ya establecimos— difícilmente podrá lograr. Por lo tanto, cuando las últimas bombas terminen de caer y cuando se cuenten las últimas víctimas, veremos que Hamás —aún con su debilidad y cobardía— habrá ganado esta guerra.