CUANDO LA LEY PIERDE SU ESENCIA

Ricardo B. Salinas
Columnas
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El Estado es la gran ficción en virtud de la cual

todo el mundo se esfuerza para vivir a expensas

de los demás.

Frédéric Bastiat

A lo largo de la historia se ha vuelto habitual ver cómo los legisladores aprueban facultades para los gobiernos con el fin de beneficiar a sus grupos de interés, imponiendo enormes costos a la comunidad y creando graves problemas sociales.

Un factor común entre los gobernantes ha sido determinar que las decisiones que toma la ciudadanía en libertad son irrelevantes, mientras que las suyas son primordiales, por lo que durante siglos han decidido que sus ideas se deben imponer.

Una de las personas que mejor describe las consecuencias de las acciones de los políticos, es el escritor francés Frédéric Bastiat en su libro La ley, donde analiza cómo las autoridades generan normas que acaban arruinando las libertades individuales, económicas y políticas de poblaciones enteras.

Bastiat vivió de primera mano la turbulencia de dichos efectos tras la Revolución Francesa y se opuso a ellos. De hecho, entre 1789 y 1815 —en medio de revueltas, golpes de Estado y conflictos sociales— existieron en ese país ocho constituciones diferentes, a partir de las que se generaron leyes proteccionistas y regulaciones que entorpecieron la actividad económica y el desempeño de la sociedad.

Poder colectivo

Para Bastiat, la ley es parte misma del ser humano, pues representa la legítima defensa de la persona, de su libertad y de su propiedad. De esta forma, al unir la fuerza de cada individuo, surge “la ley” como un poder colectivo que hace que —entre todos— impere la justicia.

Lamentablemente, la ley frecuentemente se desvirtúa y se convierte en una simple herramienta de la autoridad para despojar a la sociedad de sus libertades, del producto de su trabajo y viola la propiedad en lugar de garantizarla.

¿Cómo lo hacen?

Los gobiernos logran el cumplimiento forzoso de las leyes a través de instituciones judiciales, fuerzas policiacas y prisiones, un sistema que utiliza el Estado para despojar “legalmente” a unos y dar a otros, sin el consentimiento del ciudadano.

Este saqueo toma diversas formas, tales como impuestos, aranceles, subsidios, entre muchas otras que el legislador diseña con soberbia, como si le hubieran dado una capacidad superior que le permite, sólo a él, decidir lo que es adecuado para una sociedad.

Mientras que la misión de la ley debería ser impedir que el derecho de uno usurpe el derecho del otro, los planes sociales establecidos por las autoridades no tienen límites, ya que se basan en los sueños de los legisladores, quienes pretenden regirlo todo (las transacciones, los empleos, las ideas y la educación) a través de oprimir a las personas, cuando la finalidad de la ley debería ser protegerlas. Les pongo algunos ejemplos:

1. El irracional manejo de la pandemia por Covid-19 en el mundo entero, que impidió la movilidad de millones de personas y cerró centros de trabajo y estudio, generando desempleo y pobreza.

2. La normatividad del salario mínimo en distintos países, que prohíbe que las personas sean contratadas a un menor sueldo (aunque ellas lo deseen), afectando el empleo entre los más pobres.

3. La imposición de aranceles al sector agrícola, que sólo encarecen los productos.

4. La política migratoria en varias naciones, que prohíbe el flujo de trabajadores, a pesar de que se requiera de esa fuerza laboral.

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“Un factor común entre los gobernantes ha sido determinar que las decisiones que toma la ciudadanía en libertad son irrelevantes, mientras que las suyas son primordiales”.

Atentos

La historia del Derecho nos muestra que, aunque los modelos jurídicos evolucionan en el tiempo y se adaptan a los cambios sociales, la preocupación de Bastiat permanece vigente, ya que se continúan creando un gran número de leyes restrictivas que afectan gravemente a las personas y a su libertad.

De acuerdo con el autor, el despojo legal tiene dos raíces: “Una está en el egoísmo y la otra en la falsa filantropía”. Bastiat recalca que con demasiada frecuencia las autoridades buscan desarrollar sus planes de construcción de utopías a través de este engaño. Por ello, enfatiza que se necesitan leyes que afecten poco la actividad privada y permitan a cada persona desarrollar su propia iniciativa en un entorno estable y responsable.

Debemos estar atentos a las acciones de los gobernantes y cuidar que la ley sea un instrumento para la protección de los derechos de la ciudadanía, y no la herramienta con la que se benefician unos cuantos.