ALQUIMIA DE LA LUZ Y SENSOR DE DIEZ PESOS: LA REVOLUCIÓN DE CECILIA GARCÍA GUZMÁN

“Fusiona nanociencia, IA y biotecnología”.

CECILIA GARCÍA GUZMÁN
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En el último rincón de la investigación, lejos de los reflectores de las grandes farmacéuticas, se gesta una revolución silenciosa. No se trata de un nuevo medicamento milagroso sino de algo más fundamental: la democratización del diagnóstico. Es la era del biosensor, esa pequeña pieza de ingeniería que abandona los sofisticados laboratorios para convertirse en una herramienta de salud pública portátil. Y a la vanguardia de esta transformación se encuentra la científica mexicana Cecilia García Guzmán.

Mientras que la industria de accesorios médicos se apresura a integrar la nanotecnología y la microfluídica en dispositivos cada vez más complejos, la joven originaria de Salamanca, Guanajuato, ha encontrado la elegancia en la simplicidad.

Con tan solo 29 años, García Guzmán, estudiante de doctorado en el Centro de Investigaciones en Óptica (CIO), ha diseñado un biosensor capaz de detectar enfermedades en el tiempo que tardamos en tomarnos un café y con un costo casi simbólico.

El reto de la velocidad

El estándar de oro en muchos diagnósticos, como la prueba ELISA, es notoriamente exigente. “Dura muchas horas, involucra muchas etapas y muchos anticuerpos que se le están poniendo etapa tras etapa”, detalla García Guzmán. Este proceso, necesario para alcanzar la sensibilidad requerida, ata el diagnóstico al laboratorio, al personal especializado y a la demora, que puede ser crítica para el paciente.

La propuesta de la investigadora, cuyo trabajo ha sido merecedor de una publicación en la prestigiosa revista alemana Angewandte, invierte esta lógica: “Nosotros lo hacemos de una forma muy rápida. Por ejemplo, las bacterias en cinco minutos, los anticuerpos los hemos detectado en tiempos de 20 minutos”.

El protocolo se reduce a lo esencial: aplicar una gota de la muestra, una gota de las nanopartículas desarrolladas por su equipo, y realizar la medición.

La rapidez no sacrifica la precisión sino que la reinventa. El proyecto, titulado Biosensado de monitoreo en tiempo real, se sustenta en una fascinante alquimia molecular: el uso de clústeres bioluminiscentes de plata confinados en silicitas. Estos nanoclústeres actúan como diminutas farolas: cuando detectan el biomarcador objetivo (un anticuerpo, una bacteria o una proteína viral) su emisión de luz cambia o se activa de forma perceptible.

La versatilidad del sensor BioLúSiC, desarrollado en colaboración con los científicos mexicanos Eden Morales Narváez y Eduardo de Jesús Coutinho González, es notable. Ya ha demostrado eficacia en la detección de Covid-19, infecciones gastrointestinales y la presencia de anticuerpos en general, lo que lo posiciona como una plataforma de diagnóstico múltiple.

El celular como laboratorio

Si la velocidad es la virtud de esta innovación, su verdadero acto de revolución reside en su accesibilidad. Cada prueba tiene un costo estimado de apenas diez pesos. Pero el ingenio no se detiene ahí, pues García Guzmán ha resuelto el problema de la lectura de datos con una respuesta que desafía la necesidad de equipos de análisis caros.

“Podemos poner esto en este papelito, llevarlo a diferentes lugares tomando una foto con el celular, que es como estamos haciendo el proyecto, y determinar solamente con la foto: evaluar la foto y decir si tiene o no tiene lo que estamos evaluando”, explica.

El laboratorio no es un edificio, sino una aplicación en el bolsillo de cualquier persona. Un sencillo código en Python desarrollado por el equipo detecta los cambios de intensidad en los píxeles de la fotografía tomada por el smartphone. Un “código de bajo costo, simple y sencillo” que traduce la biología molecular más avanzada en un sí o un no, interpretando la luz a través de una lente común.

El trabajo de García Guzmán al convertir un nanomaterial complejo en una solución de diagnóstico inmediata y económica no solo celebra el talento guanajuatense en el marco del Día Internacional de la Biotecnología: representa un hito crucial que fusiona la nanociencia, la biotecnología y la Inteligencia Artificial (IA), acelerando el futuro de una medicina verdaderamente personalizada y descentralizada. Su patente en curso es el preludio de una transformación donde el diagnóstico no esperará, sino que llegará a la mano de quien lo necesite, iluminando el camino hacia una salud global más equitativa.

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