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Pluralidad
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La democracia, entre otras muchas de sus acepciones, también tiene que ver con los planteamientos inclusivos, que son producto y consecuencia directa de la tolerancia y la pluralidad.

La diversidad de causas, organizaciones, expresiones y argumentos, lo que hacen es reforzar el hecho de que los procesos electorales son solo una de las manifestaciones de la democracia, pero que de ninguna manera la propia democracia se agota ahí.

Ahora mismo, por ejemplo, observamos cómo Donald Trump, en los primeros nueve meses de su segundo mandato, es el presidente más impopular en la historia reciente de Estados Unidos: las encuestas le otorgan apenas entre 34 y 36% de aceptación.

Con preocupación más que justificada hemos sido testigos de una serie de acontecimientos que incentivan un peligroso ambiente de polarización. Esto no deja espacio, o lo va reduciendo, para que exista el entendimiento que cualquier sistema social requiere. En los siempre útiles estudios de política comparada, por ejemplo, el desarrollo y justicia social en las democracias liberales va de la mano de un eficiente Estado de Derecho y de la aplicación imparcial de la ley; y ese mismo ambiente se ve acompañado además de las condiciones necesarias en las capacidades de disuasión y prevención para conservar las condiciones aceptables de seguridad pública.

Opciones

Es cierto que vivimos un entorno mundial con conflictos y potenciales conflictos armados, que como nunca en la historia habían puesto en vilo la continuidad del sistema internacional. Las descalificaciones, acusaciones, infamias y amenazas para el abierto uso de la fuerza física que se lanzan entre sí gobernantes de distintos países, mucho abonan a la referida polarización.

Va siendo momento de encontrar opciones, que desde luego las hay, para contener un proceso de perder-perder, pues mientras los señalamientos mutuos a nivel interno y externo de las sociedades persisten, actividades y tendencias peligrosas como las del crimen organizado, la violencia machista, la xenofobia, el racismo, el deterioro ambiental (y sus múltiples efectos, como la escasez de agua, las migraciones forzadas) no hacen otra cosa sino aumentar su pernicioso radio de acción.

Las recientes experiencias, incluso en países latinoamericanos con los que tenemos indisolubles lazos de identidad, muestran el agotamiento de sus modelos convencionales para hacer y actuar la política, y en consecuencia, ejercer la democracia; allí están los estudios internacionales de las condiciones de salud pública; la calidad de los servicios educativos básicos; acceso a los servicios urbanos necesarios; y, en consecuencia, con datos del Latinobarómetro 2024, un gradual pero persistente declive de aceptación de la democracia liberal y electoral como la mejor forma de gobierno.

Por eso, entre otras razones, es mediante la formulación para salidas articuladas en la más amplia incorporación de propuestas e ideas como podemos observar con relativo optimismo una salida a la pendiente de la polarización.

La negociación es la principal base para el funcionamiento de la democracia deliberativa. Es la esencia del quehacer político. Llegar a acuerdos de ninguna manera significa debilidad o traición a los principios de una organización determinada; es reconocer que nuestros interlocutores tienen algo que aportar y proponer. Tenemos, como sociedades, un largo trecho que recorrer; es mejor que lo transitemos juntos, que de forma aislada, solitaria y, por tanto, sin aliados para procesar los naturales desafíos y antagonismos que todo país enfrenta. Aún hay tiempo, aunque queda poco.

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