INCONTENIBLE, LA SEXTA EXTINCIÓN MASIVA

J. Alberto Castro
Columnas
EXTINCIÓN

Imaginemos despertar en un mundo sin animales, ni plantas, donde la sexta extinción masiva, la sobrepoblación, la contaminación y el cambio climático acabaron con la biodiversidad en tan solo 60 años: una realidad escalofriante donde nuestros nietos conocerán a un número mínimo de especies de animales en zoológicos y a escasas plantas en invernaderos y laboratorios de biología.

Una situación límite donde dramáticamente se ha detenido la evolución, sin agua, con sequías, incendios por doquier, hambrunas y el completo desbalance en el planeta, que representaría un peligro de extinción de la vida como la conocemos.

Sin afán de ser alarmista, y mucho menos catastrofista, Gerardo Jorge Ceballos González, uno de los biólogos y ecologistas más importantes del país, no descarta la posibilidad de un mundo en un futuro cercano sumido en un gravísimo colapso civilizatorio que sería la antesala del definitivo fin de la especie humana.

Apoyado en el trabajo científico, el estudioso estima: “La sexta extinción masiva ya está en marcha y es responsabilidad de los humanos, de nadie más; porque incluso los humanos de los últimos 100 años la han acelerado; las tasas actuales de extinción de especies son mucho más altas que en los dos millones de años previos”.

Dedicado desde hace tres décadas al estudio y clasificación de los animales en peligro de extinción, sus ecosistemas y las causas de muerte, en entrevista con Vértigo llama la atención sobre “esta grave dificultad ambiental, porque la pérdida de especies es permanente y cada una juega un papel muy importante en cada uno de los sistemas vivos que conforman la vida en la Tierra”.

En distintas revistas científicas el doctor Ceballos ha publicado artículos en los cuales reseña y cuantifica la magnitud de la sexta gran extinción de especies.

También ha emprendido investigaciones en colaboración con otros expertos, como Anthony Barnosky, de la Universidad California en Berkeley.

En años recientes continúa con sus recuentos e investigaciones junto con su colega y compatriota Rodolfo Dirzo, de la Universidad de Stanford, y precisamente como reconocimiento a sus aportaciones hace unos días obtuvieron conjuntamente el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, en la categoría de Ecología y biología de la conservación.

Dramático

Luego de obtener el premio, que por primera vez es entregado a dos científicos latinoamericanos, el investigador de la UNAM subraya que esta sexta gran extinción es entre 100 y mil veces más alta que la que ha prevalecido en los últimos millones de años.

“Esto quiere decir que las especies de vertebrados que se extinguieron en el último siglo deberían haberse extinguido en diez mil años. Pero ahora estamos hablando de 100 años. Y lo más grave es que esto se ha incrementado en los últimos 30 o 40. Esa es la magnitud del fenómeno. En términos geológicos, son procesos muy rápidos, instantáneos.”, advierte.

Hace tres años el creador de la asociación Stop Extinction sostenía en un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) que “en el contexto de la sexta extinción masiva del planeta al menos 515 especies de vertebrados están amenazadas, pues tienen poblaciones de mil individuos o menos”. La cifra de 515 especies, según el investigador, era muy conservadora, ya que de muchos animales no había datos. “Son grupos que están al borde del abismo y en muy poco tiempo pueden extinguirse. Son muchísimos, si recordamos que en los últimos 500 años se han extinguido 600 especies y hoy tenemos 515 en riesgo”, concluía.

En aquella ocasión se revisaron especies amenazadas de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, y confirmaron la grave pérdida de poblaciones de fauna en el planeta.

De hecho, en los primeros días de 2022 el biocientífico Robert Cowie dio a conocer un estudio donde incluía a los invertebrados afectados por la extinción; se enfocó en especies como caracolas o babosas para hacer hallazgos que hacen de la situación algo dramático.

Por su lado, Ceballos argumenta que la desaparición es normal en la historia de la vida de la Tierra, “ya que la evolución funciona como proceso de extinciones y de generación de especies”.

En tiempos normales, dice, “hay más especies que se originan de las que desaparecen, la diversidad va incrementándose. Ha habido cinco extinciones masivas en 600 millones de años, la última acabó con los dinosaurios. Todas tienen la característica de que fueron muy catastróficas —acabaron con 70% o más de las especies—, causadas por una catástrofe natural, como un meteorito, y muy rápidas en tiempo geológico, cientos de miles o millones de años”.

Advierte que “estamos perdiendo historia evolutiva del planeta, herencia biológica; estamos perdiendo a las especies que moldearon nuestra evolución y fueron parte de las circunstancias por las que estamos ahora aquí. Esto no lo podemos permitir. Debemos conservar las especies y entender que son necesarias para mantener las condiciones de estabilidad climática en la atmósfera. Por ejemplo, 75% del compuesto activo de las medicinas actuales proviene de plantas, animales y microorganismos silvestres. Y 70% de los cultivos se polinizan gracias a murciélagos, mariposas, colibrís y abejas”, sentencia el especialista en áreas naturales protegidas, planeación ambiental y especies en riesgo de extinción.

No quita el dedo del renglón al reiterar que la especie humana es la causante de esta sexta gran desaparición; entre otros factores, por el crecimiento desmedido de la población, que cada año se incrementa en 100 millones de habitantes a escala global.

“En diez años seremos mil millones más. Para darnos cuenta de lo que significa, pensemos que la humanidad tardó hasta mil 800 años en llegar a mil millones; y ahora en 100 años la población crece sin parar en un planeta finito y con energía y recursos también finitos”, argumenta.

Otros factores, enumera, tienen que ver con el consumo desmedido de las sociedades y el uso irracional de recursos como petróleo y carbón. “Todas esas energías que son ineficientes”, en el sentido de que producen Gases de Efecto Invernadero (GEI) y provocan el cambio climático.

La aniquilación de los hábitats naturales y ecosistemas por el crecimiento de la infraestructura, la agricultura y la ganadería se aúnan a esa lista, igual que el tráfico ilegal de especies animales y vegetales, la contaminación de agua para la minería, “la toxificación del ambiente” y las enfermedades causadas por las especies introducidas. Señala que no hemos entendido que la fauna, la flora, los ambientes silvestres son los cimientos del planeta. Entonces, si destruimos los cimientos no hay manera de que podamos enfrentar el cambio climático que ya hace estragos en nuestra vida con países sin agua, sequías, incendios de dimensiones fatales y crisis alimentarias. “Lo que ya está pasando es gravísimo, pero lo que va a ocurrir puede tornarse en catastrófico”, indica, aunque deja en claro que no todo lo hemos perdido ante el avance de la sexta extinción masiva: “Ya no podemos pararla, pero podemos reducir su impacto, dar los pasos necesarios para lograr la sobrevivencia de nuestra propia especie y la de miles de otras. La aproximación a este colapso civilizatorio lo ha provocado el hombre; por lo tanto, la humanidad lo puede desactivar y así evitar realidades apocalípticas. Aún tenemos tiempo, quizás una o dos décadas, para menguar los efectos más devastadores”.

Compromiso

El doctor Gerardo Ceballos es un científico innovador en el campo del estudio y la clasificación de las especies en peligro de extinción, sus ecosistemas y causas de muerte. Más allá de sus originales investigaciones, en el terreno práctico realizó la propuesta y creación de la reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala —protege alrededor de 13 mil hectáreas de manglares y selvas, ecosistemas muy amenazados—, en Jalisco; de Calakmul —1.3 millones de hectáreas de selva—, Campeche, donde también fundó la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar; y del área de protección de flora y fauna de Ciénegas del Lerma, que preserva los últimos remanentes de humedales —casi tres mil hectáreas— en el centro de México. Igualmente, impulsó que se estableciera la Reserva de la Biosfera de Janos, en Chihuahua, que tiene más de medio millón de hectáreas y donde se hacen proyectos de recuperación de especies en peligro de desaparecer, como el perrito de las praderas. Su investigación ha sido un elemento sustancial para que México desarrolle leyes de protección ambiental, como la Norma Oficial Mexicana en favor de la conservación y protección de la biodiversidad amenazada y la creación de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).