Toda estrategia efectiva se construye y se ejecuta a través de tácticas adecuadas. Por ello, las tácticas deben adaptarse constantemente para corregir y perfeccionar la estrategia general. Quien posea la capacidad de modificar sus tácticas según las circunstancias podrá mejorar significativamente sus resultados estratégicos.
Un general exitoso es aquel que sabe adaptarse tanto a las fuerzas adversas como a las favorables, y lo logra mediante ajustes tácticos dentro de su estrategia.
De igual manera, un buen mediador debe poseer esa misma habilidad: la de adaptar sus tácticas y estrategias para alcanzar una mediación efectiva.
En el contexto actual de seguridad nacional los resultados en el combate a los homicidios y al crimen organizado, especialmente en relación con los cárteles, no han sido los esperados durante los primeros meses de gobierno. A pesar de los esfuerzos realizados la táctica y la estrategia implementadas hasta ahora no han dado los frutos deseados, pues las cifras de violencia continúan siendo alarmantemente altas.
Nuestro vecino, Estados Unidos, actúa conforme a su propia realidad, priorizando la protección de su seguridad nacional. La relación bilateral se ve tensada por el problema del narcotráfico, especialmente por la falta de control en el flujo de drogas hacia su territorio. Este fenómeno es especialmente complejo debido a la fuerte demanda de estupefacientes por parte de una sociedad profundamente involucrada en este problema.
En esta segunda etapa del mandato presidencial de Donald Trump en Estados Unidos uno de los ejes principales de su agenda ha sido el combate al tráfico de fentanilo y otras drogas. Esto responde a una demanda social interna dividida: una parte exige resultados concretos, mientras otra no lo considera prioritario.
Sin embargo, el manejo de este tema podría influir de manera determinante en las elecciones del próximo año, tanto para el partido en el poder como para sus opositores.
Blanco fácil
México debe, por tanto, revisar y mejorar sus tácticas y estrategias para ofrecer resultados tangibles que generen confianza tanto en Estados Unidos como en nuestra propia población. Los resultados actuales no son desastrosos, pero distan de ser satisfactorios, razón por la cual la presión estadunidense ha ido en aumento.
La cooperación y la mediación entre ambos países corren el riesgo de debilitarse si México no logra mejorar su situación en materia de seguridad y en la lucha contra el narcotráfico, particularmente en lo que respecta al fentanilo, un tema que ha captado especial atención por parte del presidente Trump.
En toda mediación se buscan soluciones prácticas que permitan evitar confrontaciones y encontrar puntos de acuerdo, incluso si las resoluciones no son completamente satisfactorias para ambas partes. Así como en un divorcio se intenta evitar un conflicto mayor, en la política internacional también se deben ajustar tácticas y revisar estrategias para mantener relaciones estables y productivas. Esto cobra aún más relevancia tratándose de países vecinos con una relación tan estrecha como la de México y Estados Unidos.
El tema de la seguridad puede transformarse en un punto de gran fricción, especialmente si se convierte en bandera política. En este contexto, México corre el riesgo de ser el blanco más fácil para discursos como los de Trump.
Por ello, debemos actuar con inteligencia y modificar nuestras tácticas, ya que no estamos alcanzando todo el potencial de lo que podríamos hacer para disminuir la presión estadunidense.
El factor humano será determinante: la coordinación entre policías, militares, agentes aduanales y otras autoridades debe reforzarse mediante operaciones conjuntas y colaborativas. La confianza mutua es esencial para que la mediación entre México y Estados Unidos se mantenga firme y efectiva.