LECCIONES DEL MUNDO CLÁSICO

A la Grecia clásica debemos aportes invaluables a la humanidad.

Ricardo B. Salinas
Columnas
El Partenón, en Grecia.
Foto: Dimapolie

La humanidad progresa.

Hoy solamente queman

mis libros; siglos atrás

me hubieran quemado a mí.

Sigmund Freud

Los libros de historia son fascinantes, pero El Mundo Clásico, de Robin Lane Fox, es particularmente atractivo. Nos describe alrededor de mil años de desarrollo de la humanidad, desde el siglo VIII a.C. con Homero hasta los albores de la era cristiana con el emperador Adriano.

El Mundo Clásico marcó nuestro pensamiento: muchas ideas “modernas” que algunos autores contemporáneos presumen como propias en realidad fueron pensadas de cierta forma por un autor clásico hace más de dos mil años.

Por ejemplo, el concepto del Elemento desarrollado por Ken Robinson en nuestros tiempos, fue concebido en una versión arcaica por Aristóteles y le llamó eudaimonia. Mi amigo Nassim Taleb, investigador y ensayista, frecuentemente cita y exalta a los autores clásicos en sus libros y nos recuerda la vigencia de sus ideas.

Sin duda es admirable la evolución del ser humano, sin embargo, el tránsito hacia una sociedad civilizada no ha sido lineal. En muchos casos los grandes avances van seguidos por fuertes retrocesos —eso mismo percibimos en nuestra América Latina.

Temas vigentes

Por ejemplo, a la Grecia clásica debemos aportes invaluables a la humanidad. Después de gobiernos encabezados por aristócratas y tiranos alrededor del siglo VI a.C., Clístenes propuso que el poder soberano recayera en un grupo amplio de ciudadanos, lo que constituyó la primera vez en la historia en que se consideró la democracia como forma de gobierno.

Los griegos antiguos fueron además grandes estudiosos de la filosofía: simplemente pensemos en nombres como Sócrates, Platón y Aristóteles, cuyas ideas nos han marcado. Otros filósofos menos conocidos que dejaron huella en nuestro pensamiento son Tales de Mileto, Parménides y Heráclito. Pitágoras fue un gran filósofo y matemático.

De hecho, los griegos comenzaron a explicarse el Universo sin apelar a dioses o mitos, simplemente a la razón. A ellos debemos también grandes avances en matemáticas, medicina e historia. Y en las artes —desde literatura y música, hasta danza y teatro— fueron destacados. Las comedias de Aristófanes nos siguen divirtiendo porque sus temas en el fondo siguen vigentes.

Modelo

Estos avances, sin embargo, convivían con situaciones de gran insensibilidad social, como la presencia de alrededor de 100 mil esclavos tan solo en Atenas, en el siglo V a.C., o la nula participación de la mujer en la política y su limitación en aspectos fundamentales de la vida como la educación. Posteriormente volvieron a Grecia regímenes autoritarios como el de Filipo de Macedonia y el de su hijo, Alejandro Magno, que aun cuando generaron grandes avances militares marcaron severos retrocesos democráticos.

Muchos años después, en Roma, los altibajos en su desarrollo fueron muy marcados. A Roma debemos milenarias aportaciones al derecho y a la arquitectura, mejoras considerables a los servicios urbanos y grandes obras hidráulicas y de comunicación que a la fecha podemos admirar —algunos acueductos subsisten y muchos antiguos caminos romanos se preservan en toda Europa—. En América Latina el modelo de Derecho romano sigue vigente, aunque tal vez ya sea momento de evolucionar.

Por cerca de cuatro siglos los romanos crearon una forma de gobierno flexible que impedía la excesiva concentración del poder político con base en la coexistencia de dos cónsules elegidos anualmente. Después de Augusto, sin embargo, se concentraron las decisiones políticas en manos de un emperador que imponía las acciones más arbitrarias sin oposición alguna.

Nada es imposible

En pleno siglo XXI, en su camino hacia formas de convivencia más civilizadas, el hombre continúa dando dos pasos hacia delante y uno hacia atrás. Pero si algo nos enseñan los clásicos es que nunca debemos perder confianza en el avance, especialmente en nuestra América Latina, porque al tirano le conviene que la gente abandone el sueño liberal y democrático.

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“El avance de la libertad y el bienestar común debe empujarse con el esfuerzo de la sociedad”.

Actualmente, todavía vemos cómo la gente de varios países lucha ferozmente en las calles y plazas por sus libertades. Sin embargo, hoy los ciudadanos contamos con herramientas muy poderosas para organizarnos: una prensa libre, medios electrónicos independientes, teléfonos inteligentes y redes sociales que nos permiten reaccionar de manera inmediata ante cualquier amenaza del autócrata, quien hoy tiene menos margen de maniobra, pero por ello mismo se ha vuelto más astuto y represivo.

Si los griegos y romanos lograron poner un tope a la tiranía sin medios electrónicos independientes y redes sociales, ¿qué no podremos lograr hoy en favor de la libertad?

Tengo la firme convicción de que el avance de la libertad y de nuestro bienestar común debe empujarse con el esfuerzo de la sociedad civil organizada. Los clásicos nos enseñaron que nada es imposible: el cambio está en nuestra mente, por lo que debemos luchar siempre por un cambio cultural que nos impulse al futuro.