En el horizonte se vislumbra cada vez más cerca la jornada electoral del próximo 2 de junio. Será una jornada electoral muy diferente a los domingos del siglo pasado, cuando las mujeres no tenían voz ni voto para decidir sobre la vida pública de este país. Llegó el tiempo de las mujeres.
Después de más de siete décadas de lucha constante por el respeto a los derechos político electorales de las mujeres, México finalmente despertará una mañana de 2024 con una presidenta.
La lucha es de todas. Sin embargo, hay nombres y momentos tatuados en la historia. La búsqueda del sufragio femenino se concretó en 1953 cuando por fin se emitió la declaratoria de ley a las reformas constitucionales de los artículos 34 y 115 estableciendo el pleno goce de los derechos políticos de las mujeres. Por fin, millones de mujeres pudieron acudir a las urnas para decidir y algunas otras se atrevieron a levantar la voz y participar en la vida política y pública de México.
Esta es la historia de Aurora Jiménez, quien al año siguiente del establecimiento del voto femenino y al encontrarse vacante una diputación federal no dudó en postularse. Fue elegida el 4 de julio de 1954.
Una mañana de octubre de ese mismo año, su garganta resonó en el recinto de Donceles: “Quienes piensen que la mujer puede ser instrumento dócil de tendencias fanáticas se equivocan, pues la mujer obrera, la mujer campesina, la mujer intelectual, creada en el sentido de la solidaridad que solamente se logra en el dolor y la pobreza, tendrá que estar ineludiblemente con el pueblo, defender sus derechos, porque hace más de 100 años camina a la vera del soldado que ha realizado las más grandes conquistas sociales de México”.
Ante un pleno lleno de diputados que rompieron en aplausos ante el poder de sus palabras la primera diputada de México, prosiguió: “Vengo, con toda modestia, con toda sencillez, pero también con inmenso fervor patriótico, a demostrar que la mujer mexicana jamás negará a México; para la mujer México es su pueblo, en el patrimonio moral y físico que nos han dejado, con un rastro de sangre y de heroísmo, los hombres y las mujeres de la Insurgencia, de la Reforma y de la Revolución”.
Plenitud
En el diario de los debates de la Honorable Cámara de Diputados se encuentra documentada una sesión histórica que hoy, a décadas de distancia, sigue estando más vigente que nunca: “Me ha correspondido un honor, inmerecido; un privilegio que por ser de tan gran magnitud no tiene cabida en mi corazón; privilegio que será el legado más honroso que dejaré a mis hijos: ser la primera mujer en la historia de México que dirija su voz emocionada al país con el carácter honroso, magnífico, de diputada al Congreso de la Unión. Comparto desde luego esta distinción memorable con todas las mujeres de mi patria y con ellas también comparto la gran responsabilidad que pesa sobre nuestra conducta, al habérseme otorgado la plenitud de los derechos políticos. Así, me siento identificada con el pensamiento de todas las mujeres de México”.
Estas fueron las palabras de Aurora Jiménez. Sin embargo, las historias de mujeres que lucharon por la igualdad sustantiva y por la plena participación política de las mujeres en México están por todos lados. Desde Hermila Galindo, quien en 1916 pidió al Congreso Constituyente que se concediera a la mujer el derecho al voto, hasta la mujer que próximamente será elegida por los mexicanos para ser la titular del gobierno federal.
Finalmente, una frase de Hermila Galindo que inspira a una evolución constante por la defensa de los derechos de más de 60 millones de mexicanas: “Creo firmemente, intensamente, que la mujer es digna de mejor suerte que aquella que le han deparado”.