LUCHAR POR LA LIBERTAD

María Corina Machado
Columnas
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Mucha gente arriesgó la vida para permitir que María Corina Machado pudiera salir de Venezuela para ir a recibir el Premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega. Las condiciones climáticas le impidieron salir en una embarcación hasta el 9 de diciembre, la víspera de la entrega, por lo que llegó a Curaçao apenas en la madrugada del 10. De ahí tuvo que hacer el largo vuelo hacia la capital noruega. No fue fácil ante una dictadura que ha lanzado una orden de aprehensión en su contra por el delito de ser el rostro visible de la disidencia.

El discurso lo pronunció Ana Corina Sosa, su hija, pero lo escribió la laureada. Era un texto elegante, sencillo y emotivo, que señaló que la cultura venezolana abreva de raíces españolas, indígenas y africanas, cuando la dictadura afirma que nada bueno surgió de España.

Rindió homenaje a los principios liberales de la nación venezolana, que creó la primera Constitución del mundo de habla española en 1811, antes incluso que la de Cádiz. Narró con tristeza el desplome de la economía venezolana bajo la dictadura de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que ha provocado una contracción económica de 80%, sumido en la pobreza a 86% de la población y forzado al exilio a nueve millones de venezolanos.

Escuchar las palabras pronunciadas por Ana Corina representaba para un mexicano no solo un reencuentro con la tragedia de Venezuela, sino una advertencia sobre el futuro de nuestro país: “Desde 1999 el régimen se dedicó a desmantelar nuestra democracia, violó la Constitución, falsificó nuestra historia, corrompió a las fuerzas armadas, purgó a los jueces independientes, censuró a la prensa, manipuló las elecciones, persiguió la disidencia y devastó nuestra biodiversidad”. Duele darse cuenta de que aquí también el gobierno avanza por el mismo camino.

Aprendizaje

La presidenta mexicana se ha negado a felicitar a la ganadora del Premio Nobel. La idea de que con el triunfo electoral de Claudia Sheinbaum “llegamos todas” es una mentira. Llegaron al poder quienes obedecen las instrucciones del señor de Palenque, las que comulgan con la visión de que un régimen autoritario puede ser el país más democrático sobre la faz de la Tierra, las que desprecian a una mujer que se opone a una dictadura.

Pero quizá lo peor de la dictadura venezolana, “más profundo y corrosivo que la destrucción material, fue el método calculado para quebrarnos por dentro. El régimen se propuso dividirnos por nuestras ideas, por raza, por origen, por la forma de vida. Quisieron que los venezolanos desconfiáramos unos de otros, que nos calláramos, que nos viéramos como enemigos”.

Ni siquiera en estas circunstancias María Corina ha doblado la cabeza. El discurso del Nobel estuvo marcado por la esperanza: “Y, sin embargo, desde lo más hondo de ese abismo (…) decidimos contra todo pronóstico realizar una elección primaria, un acto de rebelión improbable. Decidimos confiar en la gente”. El día de la elección presidencial, el 28 de julio de 2024, el pueblo se rebeló en las urnas y la oposición ganó con “67% de los votos… La dictadura respondió aplicando el terror… Aun así, el pueblo venezolano no se rinde”.

Este premio, dijo, “tiene un significado profundo: le recuerda al mundo que la democracia es esencial para la paz. Y lo más importante, el principal aprendizaje que los venezolanos podemos compartir con el mundo es la lección forjada a través de este largo y difícil camino: si queremos tener democracia, debemos estar dispuestos a luchar por la libertad”.

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