EL MAL CHISTE

“Quien hace reír sufre por dentro”.

Sergio Pérezgrovas
Columnas
MAL CHISTE

El humor es algo serio.

Virulo


Los grandes personajes de la comedia siempre han afirmado que es más fácil hacer llorar a la gente que hacerla reír. Un buen chiste requiere sensibilidad, agudeza y, sobre todo, inteligencia. Y si el cuento es blanco, mejor.

Pepe Pelayo, escritor y comediante, afirma que el llanto está más cerca de la emocionalidad del ser humano, mientras que el humor está más vinculado a la inteligencia.

Como muestra, basta un botón: Eugenio Jofra Bafalluy fue un legendario cómico que, detrás de sus gafas negras, copa de whisky y cigarro en las manos, siempre vestido de negro, contaba cuentos e historias. Nació en 1941 en Barcelona y falleció de tristeza en 2001 en el mismo lugar. Siempre comenzaba sus rutinas con la frase “¿Saben aquel que diu…?”

Sus orígenes se remontan a principios de los setenta, formando un dúo musical con su esposa, Conchita Alcalde (quien moriría de cáncer diez años después). En la década de 1980 se hizo famoso. Él afirmaba que era narrador o intérprete; no le gustaba la palabra “chiste”, prefería llamarlos historias o cuentos, y se le conoció simplemente como Eugenio.

Con un marcado acento catalán, se convirtió en uno de los cómicos más populares de España. Un ejemplo de esto es: “¿Saben aquel que diu que había un perro tan pequeño, pero tan pequeño que se lo comió un mosquito?”

Eugenio sufrió una gran depresión y se refugió en la pintura y el esoterismo. Cuando nació su primera nieta, Eugenio le dijo a su hijo que “no podía más y que se quería morir”. Al día siguiente falleció. Era un 11 de marzo de 2001 y tenía 59 años.

Juan de Dios Peza, el poeta mexicano de principios del siglo XX (murió en 1919), escribió el poema Reír llorando, que narra las desventuras del payaso Garrick. Inspirado en el actor cómico inglés David Garrick, habla un poco de que quien hace reír sufre por dentro.

El año pasado en España se estrenó una película llamada ¿Saben aquell?, dirigida por David Trueba, sobre la vida del cómico Eugenio.

Fulminante

Cuando Tristán llegó al restaurante argentino de carnes, el difunto todavía estaba sobre la mesa. Junto a él se encontraba una pareja. El cadáver tenía la piel gris y la salsa de tomate de la milanesa que estaba comiendo sobre su mejilla derecha parecía sangre, pero en realidad Tris se dio cuenta rápidamente de lo que era. La mujer sollozaba y decía algunas palabras que Tris no alcanzaba a comprender.

—¿Qué pasó aquí?

—Pues nada. Sergio le estaba contando un chiste a mi marido y de repente se puso pálido y se desvaneció sobre la comida.

—¿Pues qué chiste le contó?

—Uno muy malo.

—A ver, cuéntemelo.

—¿Saben aquel que diu? Que era un hombre tan feo, tan feo, que cuando nació el que lloró fue el médico.

Tristán supo que el chiste realmente era muy malo, pero no podía llevar a alguien a la cárcel por eso. Y debido a lo ocurrido, puso en su reporte que el hombre había muerto de un infarto. El forense dictaminó que efectivamente fue un infarto fulminante. Cuando su amigo el doctor le preguntó, Tris le contestó fríamente:

—Se murió porque le contaron un chiste. El que se lo contó es el peor cuentachistes del mundo.