EL WINCHESTER

Sergio Pérezgrovas
Columnas
WINCHESTER

Las armas requieren espíritu como las letras.

Miguel de Cervantes


Ubicada en San José, California, y de estilo reina Ana-Victoriano, la mansión Winchester está catalogada en el Registro Nacional de Lugares Históricos. ¿Pero qué tiene de particular y por qué es tan famosa?

Fue la residencia de Sarah Winchester, según cuentan, una persona callada e inteligente que le dio forma a esta gran edificación. Ella fue una arquitecta autodidacta y viuda del magnate inventor del rifle de repetición, William Wirt Winchester.

La vieja casona se construyó durante más de 38 años, desde 1884. Sarah Winchester fue la única heredera de su marido y se calcula que acumuló la no tan pequeña cantidad de 20 millones de dólares de la época, lo que hoy serían aproximadamente 506 millones de dólares, con participación en acciones de la Winchester Repeating Arms Company. Era considerada la mujer más adinerada del momento.

Al principio era una pequeña casa de tan solo ocho habitaciones; al final, tenía siete pisos. En el terremoto de San Francisco de 1906 (que casi acaba con gran parte de la ciudad) los tres pisos superiores cedieron ante el movimiento. Hoy en día solo tiene cuatro pisos.

Está sobre un terreno de 162 acres, aproximadamente 65 hectáreas. La casa tiene 24 mil metros cuadrados; consta de 160 habitaciones; 40 cuartos; 367 puertas; seis cocinas; 52 tragaluces; dos salones de baile; 17 chimeneas; más de diez mil paneles de cristal; dos sótanos; tres ascensores; una sola ducha y solo dos espejos.

Muchas escaleras se diseñaron poco empinadas pues Sarah, con los años, comenzó a padecer artritis.

Hay escaleras que no llevan a ninguna parte y puertas que dan al vacío. Se dice que una de las causas podría haber sido el terremoto. Y es aquí donde se afirma que la casa está embrujada. Sarah la decoró personalmente y la mayoría de las vidrieras las realizó la casa Tiffany Company.

La leyenda asevera que Sarah tenía miedo de todos los fantasmas que el famoso rifle mató. Una médium en Boston se lo dijo, así como le instó a construir la casa para que los espíritus de los muertos la dejaran en paz, pero que nunca la terminara: así las almas en pena no podrían encontrarla.

Cuando Sarah murió la casa pasó a manos de su sobrina, quien tomó lo que más le gustaba y subastó el resto. Sarah había perdido a una pequeña cuando era joven. La sobrina vendió la mansión en 135 mil dólares. Fue abierta al público cinco meses después de la muerte de Sarah, en 1923.

En 2015, en la televisión uruguaya (Voces anónimas) salió un episodio que llevó por título La mansión Winchester. Para el 22 de febrero de 2018 se estrenó la película de terror Winchester, en la que aparecen Helen Mirren, Jason Clarke y Sarah Snook. Los amantes del género no se la pueden perder, aunque a mí me pareció bastante sosa; sigo prefiriendo las películas de El Santo, de Germán Robles. Aunque la historia de Sarah sí merecía un mejor final en la vida real.

El rifle

La cantina se llamaba “Mi oficina” para que las esposas no estuvieran chingando. Al preguntar al marido “¿dónde andas?” ellos contestaban muy ufanos con la verdad: “¡Aquí en Mi oficina!”

Detrás de la vieja y desgastada barra de la época porfiriana había un gran espejo y, arriba de este, un rifle Winchester de repetición modelo 1873 con almacenamiento de 15 balas calibre 10.8 mm. Era, según su dueño, una reliquia de la guerra de secesión gringa (aunque las fechas no cuadran porque esta guerra terminó en 1865 y el rifle todavía no se inventaba). Al dueño, de nombre Jaime Aljure, le encantaban las historias. Es más, él debería dedicarse a escribir, pero esa es otra historia (por cierto homónimo de nuestro querido editor). Un día, a eso de las doce de la noche, el rifle comenzó a disparar a diestra y siniestra. Lo extraño es que no había tirador. El arma acabó con los 15 comensales que había en “Mi oficina”.

Llamaron a Tristán porque nadie entendía lo que había sucedido. El piso estaba lleno de sangre y sesos regados por todos lados. El dueño, quien llegó a la par que el policía, no daba crédito y afirmaba que el arma estaba descargada desde que él abrió la cantina 30 años antes.

Tris tomó el fusil con guantes de látex y lo llevó a examinar; no había ninguna huella digital. Con el tiempo supo que uno de los asistentes era un tataranieto del famoso inventor William Wirt Winchester.