MEDIO PAÍS SUMIDO EN LA VIOLENCIA

Víctor Sánchez Baños
Columnas
VIOLENCIA MÉXICO

Si queremos gozar la paz debemos velar bien las armas; si deponemos las armas no tendremos jamás paz.

Cicerón


La seguridad en el país se encuentra en condiciones deplorables. En más de la mitad del territorio mexicano la violencia generada por los grupos criminales que se disputan territorios, rutas para el trasiego de drogas, la extorsión de productores agrícolas y a empresarios, el secuestro, la violación, el asesinato y los asaltos carreteros es insoportable.

Esta situación es similar a la que sufría México en los momentos previos a la Revolución. Los caminos estaban plagados de atracadores; la extorsión contra pequeños y grandes propietarios de terrenos agrícolas y dueños de la insípida industria era cotidiana. Por si fuera poco, el secuestro, la violación y la leva para los grupos criminales también. Prevalecía el imperio del revólver.

Hoy es el imperio de la AK47 ante autoridades superadas por los ofensores a la sociedad.

En la época prerevolucionaria, de esos criminales surge un robavacas apodado Francisco Villa, cuyo nombre verdadero era Doroteo Arango, quien aprovechó la crisis política, económica y social que vivía el país al exilio del dictador Porfirio Díaz. Por decreto gubernamental 2024 se convirtió en el Año de Francisco Villa.

El camino para solucionar los problemas de seguridad, en lo que estamos de acuerdo, no es la violencia, ni la represión, ni mucho menos el de mátenlos en caliente como lo promulgaba entonces Díaz. Es brindar oportunidades a jóvenes y adultos, mejorar la economía para generar empleo. Los mexicanos somos gente buena.

Ninguno, en su juicio, preferiría ir a los brazos de la delincuencia y poner en peligro su vida y la de su familia, si tienes una vida digna y sin carencias. Es preferible estar dentro de la ley que al margen de la ley.

La secretaria de Seguridad Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, así como los secretarios de Defensa, general Luis Cresencio Sandoval, y Marina, almirante Rafael Ojeda, están conscientes del nivel que alcanza la violencia, que es cotidiana en un tercio del país y asola a más de la mitad del territorio. La impunidad y la falta de sistemas de inteligencia policiaca hacen que este fenómeno no sea privativo de México, sino que, como la humedad, llegue a Centro y Sudamérica, así como a otros países de Europa y Asia.

El problema ya no será para el actual gobierno federal sino para la próxima presidenta de la República. Ya sea Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez, cualquiera se encontrará con un conflicto monumental que necesita soluciones monumentales.

Por ello es tentador caer en la estrategia del presidente Nayib Bukele, de El Salvador: ir con toda la fuerza del Estado contra la delincuencia, pisoteando sus derechos humanos, bajo la bandera de que cuando ellos violan los derechos de la sociedad pierden sus derechos humanos.

Reitero: ese discurso es tentador pero muy peligroso. Por ello es necesario que, desde ahora, al tener de frente el proceso electoral presidencial y donde se renuevan el Congreso federal y 31 de los 32 locales, se reflexione en soluciones.

La clase política debe abandonar su zona de confort, donde gana inmensas cantidades de dinero y pone poco énfasis en la solución de las necesidades sociales. Los mexicanos exigimos un país en un clima de paz, convivencia, seguridad, oportunidades y, fundamentalmente, de desarrollo de todas las comunidades. La miseria solo lleva a más miseria y a una mayor criminalidad.

Poderoso caballero

Al interior del PVEM había malestar porque en Morena solo escuchan a su líder moral, el “adulto verde” Emilio González Martínez. Hicieron a un lado a Manuel Velasco, exgobernador de Chiapas, quien peleó con las fuerzas políticas de Morena tanto en Chiapas como a nivel nacional. De pronto lo hicieron a un lado del reparto de las candidaturas para el 2 de junio. A su rescate sale Claudia Sheinbaum, quien le abre las puertas de Morena a cinco tlatoanis que se responsabilizarán de los resultados de la elección del 2 de junio. Manuel es una pieza clave para lograr una mayoría, cuando menos simple, en el Congreso federal.

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