Leo en The New York Times que México y Canadá sostendrán una reunión sin Estados Unidos el jueves 18 de septiembre a propósito de las consultas de revisión del TMEC. Me parece una magnífica noticia. Y que conste, yo no deseo que estos países tomen distancia de EU, pero me parece que ante la agresividad arancelaria del trumpismo es conveniente que ambas naciones conversen sobre la mejor manera de abordar el fenómeno.
Ese enfoque cooperativo puede rendir mucho mayores frutos que la estrategia confrontacional y aislacionista que había mostrado Canadá hasta antes de la llegada del primer ministro Mark Carney al poder.
Cuando Donald Trump regresó a la presidencia la primera reacción de Canadá, especialmente de políticos en sus provincias y no necesariamente del gobierno central, fue insinuar la posibilidad de un acuerdo individual con la superpotencia excluyendo a México. Hay antecedentes de esto, pues antes de la aprobación del primer TLCAN Canadá ya tenía un acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos.
Ahora bien, el mismo NYT afirma que no se esperan grandes resultados del encuentro entre Canadá y México. Esto es verdad. Y sin embargo el simbolismo ya de suyo pesa. No habrá importantes acuerdos financieros en tanto el intercambio entre ambos países sigue siendo muy limitado. No obstante, por algo se empieza. La imagen de hace un par de semanas en la que figuran Vladimir Putin, Xi Jinping y Narendra Modi le dio la vuelta al mundo a pesar de que no firmaron ningún convenio legal. Esa iconografía política proyecta poder por sí misma tanto en el caso de los tres autócratas antioccidentales como en el encuentro de México y Canadá. Son imágenes de un nuevo arreglo internacional aún en construcción, en el cual Estados Unidos ha decidido mantener su primacía, pero renunciar a su liderazgo planetario.
Trascendente
Volviendo al encuentro bilateral, México y Canadá podrían empezar conversaciones sobre materias menos radiactivas que los aranceles o litigios comerciales. Quizás intercambios académicos, cooperación cultural como pretexto para el puente continuo entre ambas naciones y, más significativo, para el encuentro constante entre sus cabezas de gobierno. O bien podrían brincar a cuestiones trascendentes, pero no comerciales, como la seguridad. Canadá lleva muchos años expresando su inquietud por la penetración de los carteles mexicanos en su territorio y llegó a insinuar la posibilidad de una mayor cooperación en materia de seguridad. Aún así, esa opción se pospuso por la preocupación canadiense de que al compartir inteligencia las instituciones mexicanas estuvieran a su vez infiltradas por el narco. El cada vez más presente secretario Omar García Harfuch podría incrementar sus lazos y conexiones con los círculos de la seguridad mundial…
En todo caso, es preciso que los medios de comunicación prestemos atención a este encuentro y le demos el seguimiento correspondiente. Es una semilla que bien sembrada y regada puede ofrecer un árbol de beneficios para ambas naciones, empezando por facilitar la negociación con Estados Unidos. Dos cabezas piensan mejor que una, suele decirse, pero además en política, como decía un viejo estadista mexicano, se trata de sumar cabezas, no de cortarlas.